Mediación lectora: caminos, itinerarios, huellas
El descubrimiento propio y el del mundo van de la mano
Michele Petit
El verbo mediar, según la definición del diccionario de la RAE, se asemeja al de interceder. Se media para hablar en defensa de alguien, para conseguirle un bien o librarlo de un mal, o para intervenir en una discusión entre dos partes que no se entienden. En el caso específico de la lectura cabría preguntarse cómo y de qué forma actúa la mediación y cuáles son los conflictos en los que esta se inserta: ¿Es el acceso a la lectura de los más jóvenes o tal vez el acceso a los bienes culturales por parte de poblaciones desfavorecidas? ¿Será que el sentido de la lectura por obligación se contrapone a la lectura por placer?
La razón de estas preguntas es situar el marco de tensiones en el cual mediamos. Si bien el acceso a los bienes culturales puede presentar dificultades, este se acentúa cuando se carece de políticas públicas que permitan la dinamización de ese patrimonio por medio de una participación democrática. En primer lugar, los libros están allí, pero ¿cómo logramos que se lean? En segundo lugar, ¿qué libros están allí y para quiénes?
Usualmente se considera a la lectura como una actividad individual y a los lectores con ciertos clichés sobre su comportamiento: «[…] los lectores son molestos, como los enamorados, como los viajeros, porque no se tiene control sobre ellos, se escapan. Se les considera asociales, incluso antisociales» (Petit, 1999). Más allá de esta idea y si bien la lectura puede ser considerada una práctica individual, también es cierto que el libro supone siempre la existencia de múltiples lectores y lecturas. No se editan libros para personas individuales, sino, en general, para una comunidad de lectores.
La mediación a la lectura, por tanto, no es una sola, incluye, además, prácticas sociales heterogéneas como los clubes de lectura, las rondas de poesía o las lecturas en voz alta. Todas ellas nos ofrecen la perspectiva que la lectura se enriquece cuando intervienen diferentes ojos y oídos.
Nuestro objetivo es propiciar actitudes tanto individuales como colectivas frente a la lectura que nos permitan asociarla al placer, a la sensación de logro y al entretenimiento. Mediar, desde esta perspectiva, es hacer en conjunto con los y las otras que, con su bagaje y su mirada, siempre tienen algo para aportar a nuestra experiencia de lectura.
Munita (2021) propone la siguiente definición de mediador de lectura:
El mediador de lectura es un actor que, premunido de habilidades y saberes de diversos ámbitos ligados al campo cultural y al trabajo social, interviene intencionadamente con el propósito de construir condiciones favorables para la apropiación cultural y la participación en el mundo de lo escrito por parte de los sujetos que no han tenido —o han tenido solo parcialmente— la posibilidad de disfrutar de esas condiciones. Lo anterior lo realiza fundamentalmente mediante encuentros intersubjetivos, en los cuales pone en juego su propio mundo interior (afectos, emociones, experiencias lectoras) para crear el espacio de acogida y hospitalidad que necesita toda mediación […].