El papel de los y las mediadores/as
La lectura es una actividad que genera cambios a nivel cognitivo y afectivo, que produce y redefine la manera en la que las personas interactúan con sus vivencias y recuerdos. Para que esto ocurra, es necesario dimensionar el papel que cumplen los y las mediadores/as a lo largo de la vida de los lectores/as: «[…] el iniciador a los libros es aquel o aquella que puede legitimar un deseo de leer no bien afianzado. Aquel o aquella que ayuda a traspasar umbrales, en diferentes momentos del recorrido. Ya sea profesional o voluntario, es también aquel o aquella que acompaña al lector en ese momento a menudo tan difícil, la elección del libro» (Petit, 1999: 14).
El camino de la lectura es una experiencia que se inicia de la mano de alguien que nos invita a caminar (Evans, 2011). Por eso, profesores, maestros, bibliotecarios y personas de nuestro entorno más próximo son tan importantes en nuestra ruta lectora porque ejercen, como señala Devetach (2021), de «[…]abridores de caminos».
Es posible trazar un recorrido a partir de aquellas personas y obras (textos, cuentos y narraciones orales) que, a lo largo de nuestra experiencia, han dejado una huella que construye lo que hoy somos. Ese camino, poblado de encuentros y desencuentros, en los cuales la palabra dicha es tanto o más importante que la escrita, es lo que llamamos biografía lectora, es esa textoteca de la que habla Devetach (2021): «[…] todos los textos internos que poseemos provienen de algún vínculo afectivo o de circunstancias cargadas de afectividad».
Nuestras lecturas dejan huellas en nuestra memoria parecidas, a los rastros de migas de pan que dejaba el personaje de Pulgarcito para no perderse en el bosque. Inmersos en una cultura transmitida a través del lenguaje, las historias están presentes en nuestra vida tanto mediante el soporte escrito como a través de la transmisión oral: leyendas, mitos, anécdotas. Ese camino que vamos andando a través de las lecturas deja una huella personal que se va escribiendo a partir de los textos que nos acompañan, las obras y los nudos vitales que nos enlazan con ella. (Evans 2011)
Evaluar nuestro recorrido como lectores es imposible sin tener en cuenta a quienes mediaron y actuaron a lo largo de ese camino participando y aportando para su construcción. Para Freire, la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra y la dota de sentido, es decir, es el punto inicial que permitirá, como un reconocimiento del terreno, prepararse para emprender los caminos de la cultura escrita. (1998:82)
Petit (2015), por su parte, señala que solo es posible leer el mundo gracias a que otros nos lo contaron antes. De esa manera, subraya la importancia de la transmisión cultural para los procesos de mediación a la lectura: «[…] te presento el mundo que otros me pasaron y del que yo me apropié. Te presento lo que nos rodea y que tú miras, asombrado, al mostrarme un pájaro, un avión, una estrella».
Para que el espacio sea representable y habitable, y podamos inscribirnos en él, debe contar historias (Petit, 2014). Hablar de mediación es hablar de viajes en los que descubrimos nuevos territorios. Cada libro, al igual que cada lector, es un mundo y la mediación es la telaraña con la que tejemos la cercanía entre estos universos.