Notas sobre la conceptualización de las altas habilidades - superdotación desde la Educación Inclusiva
La forma en que entendemos la superdotación ha cambiado profundamente a lo largo del tiempo, acompañando los avances en nuestra comprensión de la inteligencia que, en el pasado, se consideraba una capacidad innata y fija. Por ejemplo, en 1925 Lewis Terman asociaba la superdotación exclusivamente con un alto cociente intelectual, obtenido mediante pruebas estandarizadas. Este enfoque reduccionista deja de lado otras dimensiones importantes del potencial humano.
Con el tiempo, teorías más recientes, como las de Howard Gardner (1993/2001), Robert Sternberg (1995, 2024) y Joseph Renzulli (1978, 2020), han ampliado esta perspectiva. Hoy se entiende que la superdotación es un fenómeno complejo, dinámico y multifacético. Por ejemplo, la "Concepción de los Tres Anillos" de Renzulli (1978) propone que el comportamiento superdotado surge de la interacción de tres factores clave: una habilidad muy por encima del promedio, el compromiso con la tarea y la creatividad. Este modelo subraya la importancia de estas interacciones para comprender y fomentar el comportamiento superdotado, tanto en estudiantes con logros académicos excepcionales como en aquellos con perfiles más creativos.
Este cambio de paradigma también se refleja en la terminología. En 2014, los países iberoamericanos adoptaron el término "altas habilidades/superdotación" para describir a esta población (FICOMUNDYT, 2015). Este término reconoce las fortalezas individuales que se pueden desarrollar en áreas específicas como el arte, la música, la matemática o el lenguaje, siempre en función del contexto y la motivación que las favorecen. Además, Renzulli y Reis (2018) sugieren emplear esta terminología como un adjetivo (“es una persona con altas habilidades/superdotación”) y no como un sustantivo (“es alta habilidad/superdotación” o “es superdotado/a”), evitando así etiquetar a las personas.
Actualmente, las altas habilidades - superdotación se consideran el punto de partida para el desarrollo del talento (Gagné, 2020). Este talento, con el tiempo y mediante un programa educativo adecuado, puede transformarse en excelencia e incluso alcanzar la eminencia (Tourón, 2016). Para lograrlo, es necesario transitar un proceso que va desde ser un principiante hasta convertirse en un experto, lo cual exige una inversión considerable de tiempo, esfuerzo y recursos. Es así como la intervención educativa juega un rol crucial, transformándose en el puente entre la potencialidad y el logro excepcional (Tourón, 2020).
Por último, Gagné (2019) destaca que, tanto las habilidades intrapersonales (por ejemplo, la motivación) como los factores ambientales (por ejemplo, el apoyo familiar y escolar) pueden facilitar o dificultar el proceso de desarrollo del talento. Esto refuerza la importancia de ofrecer un entorno inclusivo y estimulante para que las potencialidades puedan florecer.