Muros que unen 2022

Artigas

Se realizaron los talleres de sensibilización, escritura e ilustración en la ciudad de Bella Unión (Artigas), en el marco del Proyecto Muros que unen 2022.

Los/as estudiantes que generaron los cuentos pertenecen al Liceo N.° 1 (quinto año de bachillerato artístico) y UTU Pedro Figari (2.° año de Música y 2.° de Joyería). De lo surgido en estos relatos nace la ilustración e imagen. Los/as estudiantes que realizaron las ilustraciones pertenecen a las Escuelas N.° 68 (grupos de 4.° y 5.° año) y N.° 79 (grupos de 4.° y 5.° año).

Introducción

«Pueblo chico, infierno grande» me dijo una señora antes de bajarme del bus; sin embargo, siento que Artigas tiene más que ver con «pueblo chico, corazón grande». Y es que en tu corazón tiene que caber todo el pueblo, porque sí, todos se conocen.

Parece que en Artigas hace muchísimo calor. Pamela dijo que a veces llegan a los 50° y Facundo

cree convencido que una vez hubo 100°.

Los abanicos y los baños en el lago, son la tregua necesaria para tanto sol.

Luis dijo que conoce muy bien Artigas, y nos regaló un mapa para recorrer todos los lugares a

los que él va. Aunque aclaró que su preferido es «todo derechito hasta lo del primo».

En Artigas se toma muuuuucho mate, y se habla marcando bien fuerte la V.

Hay restaurantes, tiendas, un zoológico y la escuela; pero casi todo el mundo quiere conocer las

piedras.

Las amatistas y las agatas parecen ser la niña favorita de los turistas que llegan a conocer el

lugar.

En Artigas hay carnaval, mucho verde y muchas plazas, pero lo más importante es un puente

muy, muy grande que te lleva lejos, hasta otro país.

Amor sin fronteras

En una noche de verano y por obra del destino, Matheus, un turista carioca, y Romina, una joven uruguaya, se conocen en el carnaval de Artigas. No piensan que esa noche cambiará sus vidas.

Entre desfile y desfile, ambos entablan una conversación.

ꟷ¿Vos no sos de acá?

ꟷNao, eu sou do Río de Janeiro. ¿É muito evidente?

ꟷNo, no. Lo que pasa es que en pueblo chico todos se conocen y tu cara no me parece conocida ꟷdice tranquila Romina, mientras él asiente con la cabezaꟷ ¡Siempre tuve el sueño de irme a vivir a ese lugar!

ꟷGosto de gente sonhadora. Anota meu número aí para continuar a conversa. 55532300. Ah, prazer. Meu nome é Matheus. Me liga.

ꟷGenial, ya te agendo. Mi nombre es Romina.

Luego de un año de largas noches de insomnio, durante la madrugada se fueron conociendo cada vez más, hasta enamorarse e idealizar planes juntos. En medio de tantas charlas, él la sorprende con un boleto de avión sin retorno y la invita a disfrutar del carnaval y de una vida juntos en esa hermosa ciudad.

Romina contenta y llena de sueños le contó a su familia sin pensar en la reacción de sus padres. Ellos de por sí eran muy reservados. Al escuchar la noticia se negaron rotundamente a la petición de su hija.

Sin importar la opinión de sus padres, ella decidió enfrentarlos pensando en sus sueños y en un buen futuro al lado de la persona que amaba. Así, Romina corrió a armar su valija y se marchó al aeropuerto con ansias de continuar con esa aventura que comenzó en Artigas.

 

Autoras

Abril Álvez, Victoria da Rosa, Yenifer Olivera, Eli Sotto, Lucrecia Tórrens

Bajo las sombras

Diario del contrabandista:

7 am. Me despierto. Me levanto. Voy al baño y me aseo. Preparo el desayuno y después, mientras como, pienso en el negocio que tengo para hoy. Tengo todo planeado pero... ¡ese aduanero!

Me tomo mi tiempo. Me tranquilizo y me arreglo para ir al trabajo de caridad. Llego y entrego la ropa y la comida. Me tomo mi tiempo para conversar con los refugiados mayores.

Busco a mi compañera de trabajo pero no la encuentro. Siento que cometí un error al confiar en ella. Maldita sea, esa caja parecía una evidencia...

Diario del aduanero:

Joder, creo que fue un error venir a este país. Soy aduanero pero mis compañeros me detestan. Creen que les robé ese puesto importante a quienes de verdad se lo merecían. Pero mis pensamientos se centran en otra cosa. En un refugio cercano hay un hombre que entrega abiertamente prendas de ropa y alimentos al refugio. Y me han notificado que en una de sus cajas hay una prenda empapada de un líquido rojo que podría ser sangre. Además, esa prenda está rasgada y sucia, como si el que la usó hubiera peleado.

Investigamos a un posible sospechoso cuyo pasatiempo favorito era donar ropa y comida. Aunque lo suyo era realmente el contrabando de carne de dudosa procedencia. Tengo una idea de quién es, pero no me creen. Esto me frustra. El sujeto no tiene ruta fija, siempre está un poco adelante de mí, pero esta vez será diferente...

 

Autores/as

Vanessa Fagúndez, Henry Da Sosa, Camilo Faúndez y Sebastián Pacheco

Fabricio y el gato vecino

Había una vez un gato siamés llamado Fabricio que iba en busca de un trabajo en una ciudad vecina. Allí se encontró con un gato amarillo llamado Joaquín (más conocido como El Juaco), que trabajaba como cazarratones criminales.

Al ver que Fabricio se postuló para ese trabajo, Juaco sintió miedo de perder su empleo y le puso una trampa para que no se lo quedara. De esa manera Juaco sería el único trabajando para el jefe, que era un gato negro.

Pero Juaco no tuvo en cuenta que Fabricio tenía una familia de gatitos para criar. Entonces, Juaco cambió la bolsa que tenía ratones por una bolsa de conejos granjeros. Y así Fabricio llevó la bolsa sin notar el cambio y el gato jefe lo despidió. Triste, Fabricio se fue.

Al terminar su turno, Juaco se fue camino a su casa y pasó frente a una guardería. Ahí se encontró con Fabricio que estaba buscando a sus hijos. Ver eso lo hizo sentir muy culpable, así que al día siguiente confesó su error al gato jefe. Este decidió tomar medidas por el error cometido, así que le pidió que trabajara más horas y que disminuyera su ración. Juaco aceptó y le pidió al Jefe que volviera a contratar a Fabricio y lo ascendiera.

Al final del día, se hicieron amigos y Juaco liberó a los conejitos granjeros para que siguieran su camino.

 

Autores/as

Elizabeth Fagúndez, Ángela de Carballo, Sabrina Fontora, Matías Perdomo y Pamela Aguilar.

Sin título

Es el primer día de clases de Luis en una escuela de otro país, ni siquiera hablaba el mismo idioma y estaba tremendamente aterrado. Aun así se armó de valor y tocó la puerta. Al entrar en el salón de clases la maestra lo presentó al grupo.

ꟷBom día crianças, hoje um novo companheiro. Seu nome é Luis e ele vem de Montevideu. Ele nao fala portugues, entano tente fazeꟷlo se sentir bemꟷvindo.

Luis apenas entendió algo de lo que dijo la maestra pero, de todos modos, fue a sentarse luego de que ella le indicara su asiento.

Al momento de buscar en su mochila notó que le faltaba su cartuchera, se acercó al compañero que tenía adelante y le tocó el hombro.

ꟷ¿Podrías prestarme algo para que pueda escribir?

Su compañero se notaba confuso tras escucharlo, así que decidió decirlo de otra forma:

ꟷEscribir. Lápiz.

De esta manera se hizo entender. Después de eso Luis seguía enfocado en la clase, aunque tenía dificultad para entender lo que decía su maestra, pero ella se daba el tiempo de explicarle todo con más detalle.

Luis salió al recreo sin muchas esperanzas de encontrar a alguien con quien jugar. Pero entonces se acercó Tiago. Luis estaba sorprendido. Tiago apenas había hablado con él durante la clase. Y le hizo una seña para que lo siguiera. Entonces llegaron los dos a un rincón algo escondido.

ꟷ¿Ve aqueles tijolos saindo? Suba neles e olhe por cima do muro conmigo ꟷle dijo Tiago, apuntando a la pared y hacia arriba.

Quiere que me suba al muro, pensó Luis y se preguntó: ꟷ¿Para qué?

ꟷEu explico lá ꟷcontestó Tiago.

Por curiosidad, Luis subió con él al muro vigilando por si la maestra los veía ahí.

ꟷ¿Ve aquela árvore de amora? ꟷle dijo Tiago, apuntando a un árbol de Moras.

ꟷSí. ꟷcontestó Luis.

ꟷVamos pular para o outro lado e pegar algumas ꟷdijo Tiago.

Luis estuvo unos segundos buscándole sentido a lo que le había dicho Tiago.

ꟷ¡¿Cómo?! ꟷexclamó Luisꟷ ¿Querés robarle las moras al vecino?

ꟷNao grite ꟷordenó Tiago, con un susurro fuerte.

Luis se puso a pensar. ¿Y si me llevan preso? Entrar al patio de alguien es ilegal. ¿Y si nos ve alguien? ¡No quiero estar en la cárcel! Pero ¿los niños podemos ir presos? Creo que no. ¡Y quiero moras! Además tiene muchas, no se dará cuenta. ¿Pero vale el riesgo de que me reten?

Tiago se dio cuenta de la indecisión de Luis y le habló. 

ꟷVoce nao precisa fazer isso se nao quiser ꟷle dijo.

Entonces, Luis miró a su alrededor, se llenó de valor y decidió seguir adelante.

Con mucho terror y adrenalina, Luis salta con Tiago al otro lado. El corazón parece que se le sale del pecho. Mira a su derecha y Tiago está de lo más tranquilo y tiene mucha determinación en los ojos. Corren ambos hacia el árbol de moras y empiezan a arrancarlas y comerlas sin parar.

Luis sigue aterrado pero se anima cada vez más y se olvida de sus miedos. Siguen comiendo moras a lo loco hasta que uno le tira una mora al otro. Y el otro se la devuelve. Así empieza la guerra de las moras y los dos niños se llenan de jugo morado por todos lados, riendo, corriendo y divirtiéndose como nunca.

De repente escucharon una puerta que se abría de golpe. Se quedaron en el lugar, congelados, pero con los corazones palpitando a toda marcha.

De golpe reaccionaron y corrieron y corrieron como si se les fuera la vida en ello. Cuando estaban a punto de pasar el muro, Luis se cayó.

ꟷ¡Levate-se, corra! ꟷle gritó Tiago.

Luis estaba petrificado en el suelo, congelado ante la figura del dueño de la casa. En frente de él aparecía una mujer mayor con el pelo gris y rizado, lentes rojos y un vestido de flores.

ꟷ¡¿O qué vocês estãofazendo no minha quinta?! ꟷles gritó la mujer.

ꟷDesculpe. Nunca vamos fazer isso de novo. ¡Estamos saindo! ꟷle contestó Tiago, desesperado y luego le habló a su amigo ꟷ¡Levante-se, Luis!

Pero Luis siguió congelado de miedo en el suelo y sintió cómo le brotaban las lágrimas.

ꟷVamos ver, crianças. Calma. ¿O qué eles estavan fazendo? ꟷles dijo la mujer.

ꟷEstávamos comendo amoras ꟷcontestó Tiago con voz temblorosa.

ꟷ¿Nao estavam roubando, certo? ꟷles preguntó la mujer.

ꟷ¡Nao! ꟷcontestó Tiago.

El pobre Luis, que no podía parar de llorar, exclamó:

ꟷ¡Perdón!

Entonces, al mirar a los niños cubiertos de manchas moradas, la mujer se dio cuenta de que no eran ladrones, sino niños traviesos que no tenían intención de hacer daño.

ꟷNo pasa nada, no llores. Me dieron tremendo susto, gurises ꟷles dijo la mujer, para tranquilizarlos.

ꟷ¿Hablás español? ꟷdijo Luis, emocionado.

ꟷClaro. Si viví toda mi vida en Artigas ꟷle contestó la mujer.

ꟷ¿Cómo te llamás? ꟷle preguntó Luis.

ꟷMargarita ꟷrespondió ella.

ꟷYo soy Tiago y él es Luis.

Tiago no entendía nada, pero se alegró de que tenía a alguien que lo pudiera ayudar a entenderse. Margarita, entonces, les habló intercalando idiomas para que ambos entendieran:

ꟷNao precisam pular a parede se quiserem amoras. Pueden venir un poco mas temprano y yo les doy algunas.

ꟷ¿De verdad? ꟷpreguntó Luis, sorprendido.

ꟷSi, de verdad.

ꟷ¿É sério? ꟷpreguntó Tiago.

ꟷSim, Tiago. Sério ꟷle contestó ella.

ꟷ¿No estás enojada? ꟷpreguntó Luis.

ꟷNo, corazón. Cuando yo era niña me trepaba en los techos de todos mis vecinos para agarrar frutas. Eso era lo normal en mi época.

Luis se quedó sorprendido con la historia de Margarita. Tiago, que no entendía nada, tuvo una idea.

ꟷ¿Você pode traducir algo para mim? ꟷpreguntó Tiago.

ꟷClaro ꟷcontestó ella.

Tiago se acercó a Margarita y le susurró algo al oído. Ella le susurró de vuelta. Tiago se giró hacia Luis y le preguntó en un español con mucho acento portugués:

ꟷ¿Querés ser mi amigo?

ꟷSe. Eu quero ser seu amigo ꟷle contestó emocionado Luis.

Desde ese día fueron inseparables. Se pasaron los deberes, intercambiaron figuritas, jugaron en el recreo, discutieron sobre dibujitos y volvieron un poco loca a la pobre maestra. Y, por supuesto, siempre que era época de moras, visitaban a Margarita.

 

Autores

Eduardo Iriarte y Elvis Fagundez

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