La experiencia del Cecap Maldonado
“Una cotidianidad diversa y desafiante”
Período de acompañamiento: setiembre 2019 - mayo 2020
Al momento de iniciar el acompañamiento, el Cecap de Maldonado ya cuenta con antecedentes de trabajo vinculados a situaciones de discapacidad, principalmente por recibir estudiantes sordas en la institución, lo que implica la convivencia de dos lenguas: el español y la Lengua de Señas Uruguaya (LSU). Esta experiencia y otras demandas formuladas por el equipo educativo movilizaron el trabajo conjunto con el Proyecto AIT en sus primeras etapas: “estos encuentros partieron de la inquietud del equipo porque teníamos dos estudiantes sordas. Con la necesidad de generar el cupo laboral de intérprete en LSU, se articula con el equipo de Articulación de Inclusión Territorial”. La participación de estudiantes con discapacidad en el Cecap, “generó empezar a problematizar, buscar algunas respuestas”.
La metodología flexible de las articuladoras permite proponer actividades formativas de carácter general para todo el equipo educativo, junto con instancias de asesoramiento específico a los distintos roles que conforman el Cecap y según sus requerimientos, por lo que “hubo distintos tipos de participación desde el equipo” durante el proceso.
Una de las líneas prioritarias de la intervención fue el fortalecimiento del equipo a través de recursos prácticos alineados con la perspectiva de la Educación Inclusiva. En sus palabras: “se trabajó en metodologías educativas con enfoques de atención a las diversidades, con el fin de reconocer y dar respuestas, se genera una evaluación desde las inteligencias múltiples”.
Identificando las principales innovaciones surgidas a partir del Proyecto AIT, el equipo educativo “evalúa el proceso general como positivo, principalmente por los aportes conceptuales sobre el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), que permitió reducir barreras, optimizar los niveles de desafío y apoyo hacia los estudiantes en situación de discapacidad”. En efecto, las instancias formativas abordaron los principios del DUA, especialmente la promoción de múltiples formas de implicación: “el foco en entender por qué aprender”. Así, el aporte vinculado a las inteligencias múltiples “permitió planificar y abordar un enfoque didáctico, promoviendo que les estudiantes de forma autónoma puedan desarrollar conocimientos, habilidades, motivación e implicación con y para el aprendizaje. Asumiendo diferentes roles, incluso de apoyo” a sus pares. Este ejercicio posibilitó asumir nuevos desafíos en relación con la convivencia “principalmente a nivel interpersonal e intrapersonal y en el trabajo con las emociones, en la contradicción afectividad - violencia”.
Como ejemplo, la docente de gastronomía recuerda que durante el proceso se pusieron en práctica sugerencias de la articuladora como “redactar una receta a través de pictogramas”. Asimismo, reconoce que este recurso significó una oportunidad positiva para el estudiantado que no maneja la lectoescritura con fluidez: “ahora sí podían compartir su propia experiencia a sus pares, enseñando y explicando las nuevas recetas, ocupando otro rol dentro del grupo” y así, “el pizarrón se volvió más amigable”.
Por su parte, educadores y educadoras referentes destacan que “la herramienta más significativa con la que nos quedamos hasta el día de hoy es el trabajo con las inteligencias múltiples”. Reconocen que con esta incorporación conceptual y metodológica pudieron “mirar a los estudiantes de una forma más global, teniendo en cuenta su diferente manera de participar”, permitiendo que “los estudiantes puedan devolver al educador lo que sucede en el taller, y hacerlo de múltiples formas, tanto escritas como orales, representaciones, dibujos, en diferentes formatos”. Del mismo modo, en la evaluación general, el equipo pudo reconocer que, gracias a estas estrategias provenientes del DUA, “se lograron atender las necesidades de todos los estudiantes sin necesidad de adaptaciones, ni diseños especializados, ni individualizados”.
Al final del periodo de trabajo, el equipo educativo percibió que resultó insuficiente y sugirió desplegar modalidades de trabajo más sostenidas en el tiempo para atender mejor el dinamismo habitual en el centro. En la misma instancia de evaluación general, también se identificó la relevancia de continuar un proceso de formación de educadores y educadoras en la atención a las situaciones de discapacidad y en temáticas vinculadas a la identidad de género, la sexualidad, metodologías participativas y toma de decisiones desde un enfoque de Derechos Humanos. Finalmente, se señaló la importancia de continuar coordinando acciones con el Proyecto AIT para contar con “actualizaciones y espacios de formación para todo el equipo, ya que en la vorágine diaria de cobertura de emergentes, estas planificaciones requieren un pienso específico que necesita de otros apoyos”.
A partir del trabajo conjunto, el equipo aprecia la instalación de un “nuevo hábito” o nueva sensibilidad de trabajo que trajo aparejada una ampliación del perfil de inscripciones debido a las diversas articulaciones interinstitucionales tendidas. Además, destacan la generación de materiales específicos para sostener prácticas inclusivas (“la articuladora nos acompañó y compartió el documento sistematizado, que aún usamos como referencia”) y la creación de “espacios y estrategias de trabajo reflexivo sobre estas temáticas que atienden lo cotidiano”. En palabras del equipo: “entendemos que día a día es un desafío recibir estudiantes con diagnósticos de discapacidad”.