Encuentros lectores: Apreciaciones sobre la mediación lectora

Hablar con el libro

No existen lectores sin camino y no existen personas que no tengan un camino empezado aunque no lo sepan.

Laura Devetach

Dice el escritor francés Quignard (1989) que «[…] somos una especie subyugada por el relato […] Nuestra especie parece estar escrupulosamente sujetada a la necesidad de una regurgitación lingüística de su experiencia». En palabras de la antropóloga Pétit (2015) «[…]somos seres de relatos» que necesitan contar y contarse para entender y entenderse. Esto nos lleva a destacar la naturaleza social de la lectura en demérito de cierta perspectiva academicista que antepone el binomio autor/texto al de texto/lector, desvirtuando así el valor cultural de la lectura como una forma de ver y actuar en el mundo.

Freire (1996) expresó que la lectura de la palabra debería ser una ocasión para aprender a leer la realidad. Por su parte, Rosenblatt (2002) utilizó el término transacción, es decir que el sentido no está únicamente en el texto ni en el lector, sino en la mezcla continua y recurrente de las contribuciones de ambos. En comunidad, escuchando o leyendo y conversando con otros lectores, la lectura adquiere una dimensión pública que refuerza su dimensión social. Las prácticas colectivas de lectura convocan, agrupan y dan sentido a nuestra propia identidad como ciudadanos. Socializar la lectura (o cualquier experiencia) es compartir el entusiasmo y la aversión, no desde el análisis de lo formal, sino desde las entrañas. Se comparten conexiones y se construye sentido conjuntamente, comparando el texto con nuestro propio mundo y con otros textos leídos anteriormente. Dice Chambers (2007 ) que «[…] el juego de memoria provocado por un libro es parte integral de la experiencia de lectura y una de sus fuentes de placer».

Un estudio relativamente reciente en España, a cargo de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, confirma que los jóvenes leen más y distinto, no tanto por el formato digital, sino por la manera en que eligen construir en conjunto y compartir experiencias. De ahí el éxito de los clubes de lectura, presenciales o virtuales, donde el encuentro del mundo del texto y el mundo del lector se produce de una manera abierta y desprovista de prejuicios, «[…] como un acto de recepción hospitalaria de lo que el texto dice» (Mata, 2016).

Lo importante es proponer un espacio donde reine la libertad de pensamiento, de interpretación y crítica. De ese modo, es importante que el coordinador del club piense, a partir del libro, en preguntas que no se agoten en sí mismas, genuinas, valientes, que abran y que no cierren.

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