Gilda Gutiérrez
Hola, somos Molinos Virtuales, un proyecto hecho por estudiantes de los liceos 47 y 67 de Montevideo y Sauce 1 de Canelones.
Este año el proyecto reconoce mujeres con historia y te elegimos a ti por tu trayectoria en el oeste, por favor preséntate.
Hola, yo soy Gilda Gutiérrez y me dedico a las artes escénicas y bueno y soy acá de La Teja, amo el oeste, aunque nací en Salto vine para Montevideo a los 13 años y ya La Teja me abrió los brazos y aquí me quedé soy una hija adoptiva.
¿Cuándo naciste y cuando nace tu vocación por el teatro?
Bueno nací por allá por el 45, así que si saquen la cuenta, tengo unos cuantos años, y mi vocación por el teatro también tiene los suyos, tú sabes, Antonella, que yo de niña ya era actriz. Yo no sé si a ti te pasará, o a tus compañeros, pero yo de muy chica bailaba, creaba libretos, hacíamos títeres. Poníamos una colcha en casa como si fuera el telón e invitábamos a las vecinas de nuestra edad, a nuestras amiguitas, a ver la función que preparábamos con mi hermana, y si no querían venir, les ofrecíamos, además de ver la función, llevarse de regalo una galletita María y un caramelo Zabala, yo creo que venían por las galletitas, pero, bueno, esto era muy divertido. Yo desde chiquita, ya quería mostrar, no sé …, era algo que estaba dentro de mí.
¿Familia de artistas la mía? y creo que lo heredamos de mi abuela paterna, ella tocaba el clavicordio, es la única referencia que tengo de arte en la familia, así que la verdad no sé, pero desde pequeña, y ya cuando fui adolescente, a tu edad más o menos, Antonella, en cuanto taller de teatro había acá en Montevideo yo me metía, o sea, me encantaba. Hasta que un día nos inscribimos en la EMAD, la Escuela Municipal de Arte Dramático, dimos la prueba, y … nos lanzamos a la mar.
¡Buenísimo todo lo que nos cuentas, y de verdad! Y bueno, ¿cómo siguió tu camino?
Te cuento que en la EMAD empezó otra etapa en mí, Antonella, que fue cuestionarme qué tipo de teatro quería hacer, porque yo soy una persona que pertenezco a esa maravillosa generación que vivió la época de las vacas gordas, la época de la suiza de América donde Uruguay estaba muy bien económicamente, con una clase media muy fuerte. También vivimos el deterioro de todo eso, porque si nos fuimos enriqueciendo como país fue porque le vendíamos todos nuestros productos a Europa que estaba en guerra y con eso nos enriquecimos. Luego que terminó la guerra ahí empezó el deterioro de la economía en nuestro país, la gente del interior empezó a venir a Montevideo, la gente del campo.
Montevideo que se quedaba sin nada y no se encontraba trabajo tampoco; se empezaron a formar los cantegriles, o lo que hoy se llaman: «asentamientos irregulares», empezó a verse otra cara de la realidad del Uruguay, uno veía eso con tristeza. Entonces estaba haciendo teatro y quería hacer cosas que le llegaran a esa gente que no tenía acceso a él, o sea, era mucho más que entender la técnica teatral y ya no pesaba en mi vida la necesidad de estudiarlo como disciplina sino que pesaba más: ¿por qué hacer teatro? Y me fui a completar mis estudios al Club de Teatro que estaba en la calle Rincón, años después cerró ese espacio; allí había gente muy preparada, andaban en la vuelta el flaco Denevi, y me acuerdo de di Pauli …, de Héctor Spinelli,¡unos fenómenos! Ahí estuve participando en dos obras «Chau Che» y «V de Vietnam», porque estaba la guerra de Vietnam, Es decir que empecé a hacer un teatro un poco más comprometido que para mí era lo que había que hacer, no me interesaba hacer comedias o la tragedia griega, yo consideraba que más tragedia era que yo llegara a la pieza donde vivíamos con mi marido —porque me casé en esa época− y tragedia era no tener para comer. Por lo tanto, me interesaba la tragedia que estábamos viviendo todos nosotros en ese momento.
Esta sí que fue una formación que completó mi nivel académico, empecé a volcar todos mis conocimientos para un teatro más social, empezaron las ocupaciones en las fábricas de textiles. Me acuerdo que habíamos montado una obra que la llevábamos a todas las fábricas ocupadas, donde las compañeras y compañeros estaban haciendo de comer, como hoy se ve con esto de la pandemia, las ollas populares. Nosotros hacíamos teatro entre la gente, eso fue tan fuerte para mí porque sentí que no tenía la protección de un telón o de una luz, no había nada. Era hacer teatro cara a cara, a un metro de distancia, una experiencia muy fuerte, muy conmovedora; de ahí en más me interesó hacer teatro en la calle, en los lugares, ir hacia donde estaba la gente porque hoy quienes viven en los barrios periféricos no van al teatro.
Más allá de todo esto, también había estado actuando en salas con un espectáculo de poetas españoles en el Teatro Salvo, habíamos hecho teatro para niños en la Sala Verdi y nos fue muy bien. Pero en forma paralela a esa dinámica y a ese compromiso después vino la dictadura. Ya en plena dictadura habíamos hecho una obra que se llamaba «Las ranas», de Mauricio Rosencof, en el Teatro Victoria y como a Mauricio Rosencof lo habían llevado preso, acusándolo de sedicioso, nos prohibieron la obra. Todo esto era allá por los años 70, fíjate vos que no estábamos todavía en dictadura, pero ya empezaba la censura en ese aspecto y entonces, en honor a Rosencof, creamos con mi marido: «Humoristas las ranas» que salieron en el carnaval del año 74.
Nos llevaron presos.
Estuvimos la mitad del carnaval presos junto con la murga «La soberana», porque ya había censura y a todos nos afectó, ya estaba instalada la censura, te tachaban todos los libretos o te los aprobaban, pero te llevaban preso. Fuimos muy apoyados por la gente, hoy por hoy ya no se da, pero en esa época «La soberana» y «Las ranas» eran conjuntos que hablaban de lo que le estaba pasando a la gente, ella se sentía reflejada en los textos, se identificaban y nos seguían en caravana. Inmediatamente toda la gente se enteró que nos habían llevado presos porque hubo muchos testigos, aunque no había whatsapp en esa época (se ríe mientras aclara), pero se enteraban igual y recibíamos el apoyo. Salimos en libertad una semana antes que terminara el carnaval, fuimos a la segunda vuelta del teatro, ya habíamos ido a la primera, y salimos terceros a pesar de ir con los trajes todos desechos porque así como caímos presos, así volvimos a estar arriba del escenario. Recuerdo que llegué a casa, me bañé, me puse ropa interior nueva y me puse el traje como estaba porque salimos al mediodía y a la noche teníamos que ir a actuar al Teatro de Verano. Había toda una movida, había que tratar de mostrar al conjunto, no había que perder tiempo, y bueno … qué te digo… experiencias maravillosas, no teníamos un peso cuando desfilamos en 18 de Julio, desfilamos descalzos porque no teníamos plata para calzado y la gente decía: —¡ay, qué innovadores estos chicos, qué vanguardistas! ―y nosotros nada, no teníamos un peso; con el primer tablado que hicimos nos compramos zapatos deportivos.
Te iba contando cómo fue afrontar el teatro y el carnaval en épocas de dictadura. Bueno, … había mucha, de mi parte, mucha inconciencia, o sea, cuando sos joven vos no pensás en las consecuencias, en ellas pensás cuando sos grande, como ahora que sabés que si hacés tales cosas vas a tener que afrontar las consecuencias, pero en ese momento no había experiencia y sí había un convencimiento total por la lucha de los trabajadores.
Cuando llegó la dictadura hubo un golpe y una huelga de 15 días, la huelga general paró todo el país y el golpe se decretó en junio del 73, pero había que seguir, nos habían llevado presos, pero bueno, estábamos vivos, seguimos, nos preparamos para el siguiente año. Siempre haciendo teatro en las fábricas ocupadas como te contaba, fuimos a Juan Lacaze y a Campomar, o sea, viajábamos, hacíamos. Eran obras cortas, la temática era justamente eso, lo que le estaba pasando al obrero en ese momento. Nos preparamos para el 75, poco a poco la gente fue viendo el espectáculo, había beneficios, y nos llamaban. Fuimos a buscar los permisos para desfilar, eso se debe hacer; al día de hoy existe ese reglamento y tú no puedes desfilar si no tienes los permisos, y si hay menores tienes que tener permiso del INAU.
Cuando por fin pudimos salir en carnaval nos censuraron … la gente nos apoyó, hubo llantos, abrazos, nos aplaudían, hay que seguir. Entonces nos fuimos a la casa de un compañero a escribir todo de nuevo, y dijimos: lo vamos estudiando mientras vamos haciendo los tablados. Fue así que, respecto a los tablados, el primero se haría como lo habíamos hablado, no diremos nada solo la música y ahí vamos a ir aprendiendo. A la mañana siguiente, día del desfile, fuimos a presentar todo el repertorio nuevo y nos dijeron —no, no, lo que escriben ustedes, no pueden salir, no van a salir, están prohibidos― y… fue horrible. Miramos el carnaval desde abajo y empezaron a llevar preso a mi esposo a cada rato y por cualquier cosa, fueron 24 horas, 48 horas, 10 días, y un día llegamos a casa y estaban las fuerzas conjuntas con un papel que teníamos que firmar, porque estábamos prohibidos en todo el territorio nacional. Y ahí fue cuando nos tuvimos que ir, ahí empezó el exilio, eso fue en el 75. Fuimos a la Argentina con la idea de volver. Había muchos uruguayos allá que también estaban un poco en la misma situación y con ilusión de volver, teníamos esperanza.
Empezó la represión que hasta ese momento era fuerte, pero empezó el Plan Cóndor que fue un plan de los militares unidos: Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, y Paraguay para detectar todo lo que fuera dudoso para sus principios. Nos enteramos que estábamos en esa lista que tenían, estaban matando gente, estaban tirándola desde aviones al río, sí, esto pasó en nuestro país y en otros países vecinos. Por eso es que todos los 20 de mayo están esas grandes marchas de los desaparecidos, porque hay gente que no se sabe dónde está hasta el día de hoy. Bueno, algunos están en el fondo del río.
Nos tuvimos que ir en serio, ahí fue que pedimos el asilo político y el primer país que respondió fue Francia y allí nos fuimos. En Argentina tuve a mi segundo hijo Gervasio, ya éramos más. ¿Cómo aguantamos? Yo pienso que eso es según la personalidad, soy una persona muy positiva, me adapto y sí, todas las noches lloraba porque quería volver, pero durante el día me cargaba las pilas y nos empezaron a conocer. Hacíamos teatro, un teatro que armamos con obritas chicas, cortas, en pantomima, lo hicimos así por un tema del lenguaje, en ellas denunciábamos lo que estaba pasando en nuestro país, nos juntábamos con otros uruguayos que ya estaban ahí, que habían formado un comité de apoyo al Uruguay. Mandábamos medicamentos, dinero para los comedores, es decir que apoyábamos las necesidades que había en los barrios, y vivir el teatro porque nos contrataban las diferentes municipalidades de allá para dar clases de teatro en las escuelas y hacer espectáculos: Así que fue muy rica la experiencia; después fuimos a México dos años, contratados, porque había uruguayos en México que nos llamaron, y formamos el grupo de Teatro de Bellas Artes de la Ciudad de Morelos en Cuernavaca. Y bueno… seguimos haciendo siempre teatro, enseñando a hacer máscaras, títeres, vestuarios para desfiles de carnaval. Todo esto fue muy enriquecedor, en el 85 cuando gana la democracia, cuando se logra sacar a la dictadura, pudimos volver, porque aunque la embajada no nos dio los documentos, ya que nosotros no podíamos regresar hasta que se instalara la democracia para ser aceptados de vuelta, porque habíamos estado prohibidos, pero, de todas maneras, volvimos.
El 8 de octubre del año 85, me embarqué y llegué el 9 de octubre, y de ahí bueno… a tratar de ser otra vez uruguaya, porque yo extrañaba mucho, y sobre todo mi calle mis árboles, mis vecinos, extrañas tu lugar…
Extrañabas el barrio
Sí eso, eso micro, chiquito, extrañaba el oeste, a La Teja, extrañaba eso, y bueno, acá me presenté a primaria y pude empezar a trabajar como profesora de primaria en diferentes escuelas enseñando danzas, teatro, y hasta ahora sigo.
Y yo tuve la oportunidad, en cuarto año, que tú me enseñaste El Pericón
… y fuimos a bailar a la plaza Lafone, fue una preciosa experiencia. Creo que fue cuando se volvió a colocar el monumento a la maestra que después lo volvieron a romper, un desastre eso, pero bueno, nosotros hicimos eso, Antonella, y ojalá la vida nos vuelva a juntar para hacer cosas como esa. ¡¡Ojalá!!
Yo le mando un beso muy grande como siempre a Silvia Bocchi, a quien considero una gran profesora que incentiva a los jóvenes a vivir esto, por ejemplo, una entrevista, una charla con una señora mayor que tenía algo para contar.
Bueno, muchísimas gracias, ha sido un gusto…
A ti Antonella.
… bueno vieron que está llena de experiencias y es genial, escucharla hablar y bueno, ¡muchas gracias!
A ti, mi amor.