Antología - Mujeres con historia

Lourdes Apostolof

Querido lector:

 Te damos la bienvenida y esperamos disfrutes el recorrido por estas páginas donde te encontrarás con la maravillosa historia de vida de trece mujeres, mujeres anónimas a las cuales pretendemos darles voz y un humilde reconocimiento.

Abrimos nuestra Antología con el testimonio de Noemí Apostolof, hermana de Lourdes.

Hola, es un gusto poder conversar contigo, nosotros, en realidad, queremos que nos cuentes anécdotas de una mujer fantástica, una mujer con historia en esta zona y que ya no está, hablamos de Lourdes Apostolof. Te damos las gracias por tu disposición y te escuchamos.

Hola, el gusto es todo mío, empiezo con la niña ¿les parece? Lourdes fue a la escuela Yugoslavia, ese lugar fue su gran amor y agrego que en el mismo nivel de afecto sé que estaba la plaza Lafone, esa plaza fue su lugar de alegría. Ella se enamoró de la maestra de la plaza, del monumento a la maestra, desde niña jugaba allí y vaya uno a saber sus aventuras y qué sentía en realidad con esa maestra.

En la escuela Yugoslavia le tocó vivir situaciones que para una niña, y en realidad para cualquier niño de esa época, no eran algo común. Tuvo de maestro a Carlitos Cazales que era un maestro divino, pero bueno … como le pasó a muchos otros en la noche oscura de la dictadura, lo fueron a buscar a la escuela y se lo llevaron delante de los niños que lo vieron retirarse con mucho dolor y sin entender bien cómo se lo llevaban así y qué pasaba. A los años sí lo comprendieron.

Sigo adelante y quiero hablar de Lourdes adolescente. Ella fue al liceo 22, como muchos gurises del barrio, es el primer liceo en La Teja. Esta joven inquieta e hija de un barrio rebelde y movilizador creció nutriéndose de esa forma de encarar la vida, y quiero aclarar que cuando hablo de «rebeldía y movilización» no le doy un tinte político. En la época de la juventud de Lourdes los jóvenes todos se criaron en la dictadura y aprendieron a comprender en un curso, yo diría que intensivo, lo que era conocer el miedo de ver y saber que había cosas de las que no se podía hablar en voz alta ni baja en las esquinas o el barrio. Lourdes inmediatamente percibió todo eso, era muy sensible, y bueno, hizo alguna de las cosas más maravillosas que yo puedo recordar. Por ejemplo, hubo un aniversario de los mártires estudiantiles donde Lourdes con otra chiquilina que no me acuerdo, creo que se llamaba Alita, hicieron un Judas y lo prendieron fuego y en el Judas decía «abajo la dictadura». Esa era la respuesta joven a lo que pasaba y por eso aclaro que es difícil no hablar de Lourdes desde su niñez, desde su adolescencia, como una mujer comprometida y profundamente enamorada de la cultura, algo que se va a reforzar cuanto llega a ocupar el rol de concejal. En ese puesto pudo cumplir sueños tales como: incentivar al teatro, los coros de niños, motivar el vínculo entre los liceos de la zona hablando con sus direcciones, con sus docentes, invitándolos al Mercadito Victoria a ser parte del disfrute de obras teatrales y exposiciones que gestionaba, ese Mercadito donde ella también tenía sus raíces, porque su padre trabajó ahí cuando era un mercadito de frutas y verduras, él vendía pescado. Lourdes logró con mucho esfuerzo y junto con otros concejales y vecinos transformar uno de los espacios del mercado en una sala de teatro y ahí se hicieron exposiciones, se trajeron artistas de mucha jerarquía que la gente humilde del oeste solo conocía de nombre. La mayor alegría de Lourdes era cuando veía venir a toda la muchachada desde los diferentes liceos 22, 38, 47, instituciones educativas no formales, los jóvenes participaban de las jornadas propuestas por ella masivamente, las disfrutaban, y estoy segura de que para muchos de ellos, o para la mayoría, era la primera vez que veían teatro de cerca.

Lourdes estaba convencida de que la cultura iba de la mano del crecimiento individual de los seres humanos, despertar esa sensibilidad que nos hace falta a todos era la misión de Lourdes, era una mezcla de: «ser bueno e insistir alegre», y también, vale decirlo, un poco miedosa aunque su miedo lo vencía o disimulaba con una sonrisa, Lourdes abrazaba los desafíos con alegría y compromiso, y sí … era medio peleadora, porque a veces había que pelear, en fin, era un ser normal.

Con el tiempo, y de acuerdo con esa sensibilidad de la que se habló anteriormente, Lourdes abrazó la mística se interesó con el tema del Reiki para entenderse y entender mejor a los otros, fue una persona inquieta siempre tratando de abrir puestas y más puertas, y de descubrir lo obvio y más. Luchó mucho por el Mercadito Vitoria, por la sala de teatro, porque hubiera espacio para todos y que pudieran confluir en él y mezclarse las diferentes franjas etarias: chicos de las escuelas, los estudiantes de la educación media y de UTU, los adultos, todos.

Lourdes fue un ser querible, creíble, y esto vale mucho.

Cuéntanos un poco qué pasó con esa maestra, con ese monumento que tanto admiró Lourdes y por el que años después luchó tanto.

El monumento a la maestra fue uno de sus desafíos mayores, lo habían robado o habían sacado, no me acuerdo bien.

Ni bien se enteró luchó muchísimo, recorrió con otras personas más lugares donde podía estar la maestra, porque nadie sabía dónde estaba la estatua, hasta que apareció y el gran desafío fue superado. Recuerdo como anécdota que se lo comentó a la doctora María Julia Muñoz, Ministra de Educación por ese entonces; andaba con ella revolviendo los depósitos de la Intendencia. También recuerdo el día que encontraron las partes del monumento en un basurero y cuando la descubrieron la ministra la contactó y le dijo: —Lourdes, va para allá―, y cumplieron, la trajeron, y hablo en plural porque fue el alcalde con todos los concejales. Por ese entonces Lourdes ya estaba muy afectada físicamente, luego de luchar contra una larga enfermedad, pero la trajeron y la plaza tuvo nuevamente a su maestra. Ella estuvo en ese momento, pudo ir, y se comportaba con esa hidalguía y valentía para no demostrar que estaba en sus últimos días, para presenciar ese sueño que había acariciado desde hacía tiempo: la maestra estaba nuevamente donde debía estar. Hoy, sin duda, Lourdes andará en el aire de la plaza Lafone, en el aire del Mercadito Victoria, y en el aire de los estudiantes con su sonrisa y con ese grito que la caracterizaba de: «¡no seamos intolerantes!» Algo que, sobre todo, me lo decía a mí porque suelo ser bastante intolerante.

Qué lindo todo lo que nos dices de Lourdes, ahora entendemos a esa gente que la propuso para que tuviera un lugar en este libro. Agradecemos tu testimonio y te pedimos una última reflexión, lo que sea, lo que tengas ganas de agregar.

Lo último es definir a Lourdes como una mujer llena de amor por los demás, una mujer de muchos colores, un poco chusma (se ríe), pero le encantaba (se ríe), no sé qué más decir de Lourdes, solo que creo que es luz y que es eso lo que podrá aportar a ese hermoso trabajo que ustedes están haciendo.

Muchas gracias.

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