Laura Paipo
En estas páginas aparece la historia de quien tenemos mucho para aprender, es una mujer fuerte, apasionada y muy dulce, que tuvo que enfrentar muchos obstáculos para hacer lo que ama y ser feliz. Yo creo que hablo por todos cuando digo que le tengo una admiración enorme por la mujer que es; estamos hablando de, nada más y nada menos, que de Laura Paipó.
Laura es una maestra, directora y fondista. A sus 21 años comienza a perder la vista, un año después de recibirse como maestra, y luego de 10 años de buscar las causas, se le diagnosticó atrofia del nervio óptico. Todo esto implicó un cambio radical en su vida, pero nada le quitó la pasión. Después de dos años de duelo, su maternidad y de rehabilitación, Laura vuelve a la escuela. Entre todo esto, su esposo, también no vidente, la acerca al mundo del atletismo; hoy es una maratonista que ha corrido hasta 42 kilómetros. En el año 2004 hace el curso de Directores y más tarde toma el cargo en su querida escuela 279.
Laura, sabemos que en 2015 asumiste como directora en la Escuela Especial 279, después de 21 años trabajando allí como maestra. Pero cuéntanos ¿cómo se da el paso, qué te hizo el clic para decir quiero ser directora?
Es verdad la situación que planteas, después de 21 años ejerciendo como maestra en la escuela 279, de discapacitados visuales, me propongo llegar a la dirección. Esto fue porque en ese momento la directora en ejercicio se decide, ante esta situación no había otra compañera efectiva en el área que quisiera asumir este rol. Fue ahí cuando lo planteé dentro de mi familia y me dijeron que bueno, que no lo dudara, que lo hiciera, que intentara. Nunca antes pensé en ser directora, jamás me lo había propuesto, pero fue ahí, ante la situación de asumir la dirección de una institución a la cual quiero y debo mucho, porque me abrió sus puertas, que tuve la oportunidad de volver a la túnica blanca cuando ya consideraba que eso iba a ser imposible en mi vida. Enfoqué en el curso de dirección en el año 2014 logrando después la efectividad en el puesto de directora en febrero de 2016.
Esta es un poco la historia, ¿qué te motivó para empezar como fondista?
Bueno, ahí pasamos a otro tema, que es el atletismo. Hace aproximadamente 12 años que estoy participando de carreras y, como tú dices, con vista de largas distancias 5, 10, 15, 21 y llegue hasta una maratón de 42 kilómetros 198 metros. ¿Qué me llevó a esto? bueno un poco porque a mi esposo le gusta mucho el atletismo, que ya lo practicaba e intensificó su práctica, su ejercitación. De tanto acompañarlo, a la llegada siempre lo esperaba, pero nunca lo había acompañado a una largada de la carrera. Hasta que en una San Fernando en 2008, por determinadas situaciones, tengo que acompañar la largada para tener la mochila y esas cosas y así. Sentía como la gente se movía alrededor en ese lugar y generaba una energía muy especial, sentí la energía que se movía con cada uno de esos atletas que estaban calentando, estirando, intercambiando cosas. Y bueno, ahí como que se me prendió la idea y una vez que finaliza la carrera le digo a mi esposo —el año que viene la voy a correr―, las personas que estaban con nosotros sonrieron porque yo no corría ni el ómnibus.
Ganaste la Tercer Maratón en la Ciudad de Montevideo. ¿Qué significo en tu vida?
La maratón de Montevideo, cuántos recuerdos. Toda maratón implica mucho, mucho entrenamiento; cuando hablo de maratón también hablo todo requiere mucho entrenamiento para que al llegar el día de la carrera tengas la seguridad de que vas a poder, por lo menos, terminar. No se puede prever ese día, cómo uno va a estar. Depende mucho de cómo descansaste, de la alimentación.
Son diversas emociones encontradas presentes en este sentir, que tienes que poder si quieres llegar, porque hay mucha vibra, hay mucha energía que circula. Se entretejen muchas cosas, muchos sentimientos de compañerismo, de ganas de lograr objetivos. Compañerismo desde los que te asisten con el agua, con frutas, con la compañera que me guía porque no nos olvidemos que yo corro en el equipo siempre con una compañera o compañero vidente. Somos un equipo que nos tenemos que acoplar ese día a la situación de la carrera, al estado climático, porque incide mucho el tiempo, de repente toca un día de viento, con viento en contra, o te toca mucho calor y, bueno. Pero esa carrera fue muy especial, muy emocionante, para mí de un logro impresionante para una persona que nunca había corrido. Tuvimos tres, casi cuatro meses de entrenamiento, todas las mañanas hacíamos 30 kilómetros. Corríamos mucho entrenando y llegó el día, gran día, y largamos felices muy felices, confiada en que iba a llegar. Fue el kilómetro 39, creí que me moría, pero llegué, llegué al 41. Me parecía un sueño y después de atravesar el arco y abrazarme con mi guía el objetivo estaba logrado y luego el abrazo con mis compañeros, con mis asistentes. Fue inolvidable, una experiencia única de reconocimiento personal, también deportivo obvio y bueno, nada, este todo, eso que hicieron esos momentos felices y yo creo que la vida está hecha de momento felices, de felicidad.
Cuando hablamos de inclusión y movilidad, ¿cómo te resulta la accesibilidad de la ciudad para moverte?
En cuanto a lo que respecta a la movilidad, a lo que nosotros denominamos orientación y movilidad, el transitar por nuestras calles, no es nada fácil. La ciudad no está preparada y sí vemos que hay un proceso, vemos que hay un comienzo de un proceso, por ejemplo, lo vemos en las rampas para los compañeros en silla de ruedas. Es importante, por ejemplo, te encuentras autos en la vereda, motos estacionadas, un cartel a la mitad de la vereda, que tenés que descifrar por donde pasas y, si puedes pasar, las veredas no están de la mejor forma.
La gente muchas veces, y más en esta situación, va como muy acelerada, como muy sumergidas en sus cosas y con frecuencia te patean el bastón, te lo tiran, simplemente porque no te veo, simplemente porque no te ven y cuando te ven el bastón reaccionan. No es fácil transitar en la ciudad de Montevideo donde vivo. No es nada fácil tampoco el acceder a un ómnibus, depende de que haya una persona en la parada y de que te pregunte el número que vas a tomar, pero no es la mayoría. La ciudad está en un proceso de sensibilización frente a la discapacidad, creo que falta mucho camino por recorrer todavía.
Por último, te voy a pedir que dejes un mensaje para aquellas personas que se les presenten dificultades o bien un mensaje que quieras transmitir.
Bueno, yo tengo un lema, tengo una consigna de vida, siempre un paso adelante nunca uno atrás y que siempre se puede un poco más. Hay que ir por algo más cuando se cumple el objetivo, hay que ir por otro, porque a la vida hay que motivarla, hay que llevarla, hay que endulzarla, hay que regarla cuidarla y es un poco eso. Yo siento que, en mi caso, como siempre hablaba con los niños de la escuela, la discapacidad no debe hacer de nosotros una persona débil, sino que la discapacidad o nuestra limitación debe ser una gran fortaleza. Y dejar como enseñanza que no es inhabilitación la que, entre comillas, te limita o te encuadra, sino que esa persona que a veces se encierra mucho en sí misma y no logra salir tiene que transformar su debilidad, nuestra debilidad. Nuestra discapacidad tiene que ser una gran fortaleza. Toda debilidad, toda discapacidad, todo problema, debemos transformarlo en una fortaleza para continuar en este camino que nos ha tocado vivir que es tan hermoso, que nos brinda tantas cosas y que siempre existe la ley de la compensación. Estoy segura de eso, por tanto, hay que seguir por algo más un día más, porque la vida es hermosa, porque hay motivos para vivir, para disfrutarla y la cuidamos con nuestro crecimiento, porque siempre se puede un poquito más.
Muchísimas gracias Laura por tu presencia.