Jacqueline Ubal
Hola, yo soy Anakaren de con estilo 47, ¿te puedes presentar?
Hola, buenas tardes. Yo soy Jacqueline Ubal
Hola, Jacqueline, ¿cómo estás? un gusto tenerte aquí, la verdad. ¿Puedes contarme qué fue lo que viste en La Teja, qué fue lo que provocó que hicieras todo lo que hiciste?
Yo lo que vi y sigo viendo en La Teja es un lugar absolutamente solidario, donde la gente trata de ayudarse, unos a los otros, sobre todo cuando la situación es crítica. Me vinculé con La Teja, a la cual quise desde siempre, pero digo que me afinqué, digamos en el sentido de instalarme, venir todos los días, aunque aún no vivía en el barrio, en el año 1984 cuando con otras personas fundamos la Policlínica de La Teja.
¿Por qué lo hicimos esto?, ¿qué es lo que vi en La Teja?... primero que nada, la idea fue cubrir, ayudar a cubrir una necesidad de las personas, de los vecinos, una necesidad urgente y un tema tan importante y sensible como la salud. En aquella época y en la zona, los únicos que estaban eran algunos de los médicos de familia y lo más cercano para dirigirse, en caso de enfermedad, era el centro de salud del Cerro, que todos sabemos que no es fácil llegar hasta allá caminando, es bastante lejos. Además, siempre estaba sobre sobresaturado y sobrecargado y con secuelas infernales, ¿verdad? o sea, que tampoco era fácil el acceso una vez que se accedías al centro de salud.
Entonces, no solo nosotros, sino varios vecinos del oeste, nos dimos cuenta de que era necesario ayudar a que los vecinos tuvieran atención a la salud y así decidimos fundar, iniciar, una policlínica. Esto fue realizado efectivamente el 25 de agosto de 1984, ese es el día de la fundación, y el día en que la murga Diablos Verdes, con su director, Antonio Iglesias, un prestigioso dirigente sindical, además de carnavalero y un hermano de la vida para mí, nos acompañaron para hacer el sueño realidad.
Él fue, Antonio Iglesias, el que decidió, el que tuvo la idea y enseguida lo seguimos un grupo de vecinos que invitó y un pequeño equipo médico; éramos tres el día que fundamos la institución. Enseguida empezamos a tener consultas, armamos una policlínica con elementos como la camilla, las cosas mínimas para trabajar que las consiguió la comisión de vecinos que estaba ayudando desde ese momento, o sea que ¿dónde empezó?, fue en la misma Casa de los Diablos, convertimos con ellos Tellier 4424 y ahora estamos en el 4442
Nosotros empezamos entonces en la casa de los Diablos Verdes, en una habitación que nos cedieron y que, además, los vecinos y nosotros mismos ayudamos a equiparla, ¿verdad? de tal manera que fuera algo digno. Porque lo mínimo que se merecen los vecinos es atenderse con dignidad y con respeto, ¿verdad? y eso funcionó muy bien. Al poco tiempo formamos una red de policlínicas comunitarias, porque era tan notoria la carencia que otras instituciones del barrio tomaron la misma iniciativa. Así como se fundó la nuestra, otras compañeras como Perica, que hasta ahora es el Alma mater del Club Progreso, fundó con otros vecinos el movimiento vecinal solidario en Teja Sur. Estábamos cerca, pero existía esta necesidad para todos, ¿verdad?, y del otro lado de Teja Norte estaba Cadorna, con el Tito, que todavía está allí, todavía vive y lucha, así como la policlínica de la compañera se cerró, pero la de Cadorna sigue, también la de La Tierrita y, bueno, así tratamos de colaborar, pero había más, seguramente, mi edad me hace olvidar de algunas.
Así empezamos a colaborar con la atención a la salud, desde un principio siempre marcamos un criterio diferencial, no solo queríamos ocupar y hacer asistencia, sino que queríamos trabajar desde la atención integral, o sea, desde la prevención, la participación activa de los vecinos y la prevención y la promoción de la salud. Esto, después de muchos años, cuando empezó el gobierno el Frente Amplio, trabajamos justamente para instalar en la salud un nuevo modelo de atención, tratamos de trabajar con esa idea desde aquella época. Teníamos muchas, muchas conversaciones con los vecinos en la sala de espera, muchas actividades de prevención de enfermedades, hacíamos un control de los niños que concurrían al comedor del Club Progreso que venían cuando sus padres los podían traer y, si no podían traerlos o no concurrían, íbamos por ellos con otra compañera. Con ella, que estaba desde esa época y estuvo por muchos años y a quien queremos mucho, íbamos hasta el Club Progreso y allí nos arreglábamos para la tarea, llevábamos la balanza para niños, atendíamos a los hermanos y nos preocupábamos por dar atención a los que no venían.
Y así fue una de las primeras tareas de promoción de la salud, de cuidado de la salud del niño sano, pero que necesita su control, como lo vemos ahora que es obligatorio, ¿verdad? Por eso está el carnet del niño, pero en aquella época no había nada de eso, entonces, es por eso que me siento feliz, porque fue como una cosa que luego se fue perfeccionando y que fue pasó a ser una política hasta convertirse en una política pública.
Nosotros hacíamos eso y cuando empezamos a tener un poco más de tiempo, cuando se habían sumado algunas otras personas a la atención, hicimos actividades en los barrios más carenciados, más bien hacia la Teja Norte. De la Teja Sur se ocupaba más bien, y como ya dije, la Policlínica de Perica, del Movimiento Vecinal Solidario. Empezamos a ir, por ejemplo, a enseñar sobre la prevención de la diarrea infantil, me acuerdo perfectamente que dábamos unas charlas y enseñábamos a las mamás, (una cosa que ahora parece tan rara e imposible, pero, sin embargo, lo enseñamos porque nadie tenía nada). Enseñamos a las madres a preparar el suero oral, que es la medicación que se le da a los bebés que tienen diarrea y vómitos, a efectos de reponer los iones que pierden al emitir esos líquidos en exceso y es lo que produce la deshidratación que puede ser seria, ¿verdad? Los niños pueden morir por algo tan chiquito como la pérdida de iones, chiquito en apariencia, pero que, con la deshidratación, sus consecuencias podrían ser graves, entonces les enseñábamos, les escribíamos, o les dibujábamos, según la necesidad de las madres, cómo tenían que poner, cuánto de azúcar, cuánto de sal, cuánto de agua, y, de esa manera, la gente se preparaba el suero oral en su casa. Sabemos que eso fue muy bienvenido para muchos niños, muchos bebés que se salvaron de pasar a situaciones más graves, y bueno, y les pudimos dar tranquilidad a las madres, ¿verdad? sabiendo qué hacer, en lugar de desesperarse.
Luego de esa época, por los 90, vino al mundo y a nuestra región una epidemia de cólera que por suerte no llegó al país, no entró en Uruguay, pero nosotros nos preparamos. En respuesta a una solicitud del Ministerio de Salud Pública, nos preparamos para hacer la prevención, y, eventualmente, para el tratamiento del cólera. Así recorrimos los barrios enseñando cómo se prevenía, que es básicamente en base a medidas de higiene extrema, de higiene muy cuidadosa y limpieza de los alimentos. Sobre eso te puedo contar algo que me golpeó en su momento y tanto me golpeó, que hoy 40 años después, me sigo acordando. Yo estaba con otro compañero, estábamos dando una charla en el Club Paraíso, que está a mitad de camino de Tres Ombúes, bueno, había bastante gente allí. Estábamos hablando de cómo prevenir el cólera y de cómo cuidar la comida, nosotros enseñábamos con unos dibujos, que había que mezclar agua con hipoclorito, se explicaban todos los porcentajes, las medidas que todavía mucha gente utiliza para lavar bien todas las verduras, más que un lavado habitual, o sea, la correcta higienización de todo lo que fuéramos a ingerir. Aunque luego se hirviera, de todas maneras, explicábamos que se lavaba, hacíamos dibujos que mostraban cuánto había que echar y cómo había que manejarse con eso, el cuidado del alimento antes de su ingesta. Ahí un vecino me dijo: —ah, yo entiendo, sí, entiendo, y estoy de acuerdo y quiero cuidar a mis hijos, y quiero hacer algo, pero yo como de la basura, sino como de la basura no tengo comida, yo busco en la basura, busco la comida, la mía y la de mis hijos y hasta ahora la estoy lavando con cuidado, pero no le echo Agua Jane directo porque me quedo sin nada−. Yo tuve que pensar rápidamente, por suerte era joven, y podía pensar rápidamente y dije: me parece bárbaro que estés decidido a cuidarte y, bueno, herví la basura, es la cosa que se me ocurre decirle, si vos hervís la basura, con todo lo que sea hervido no te va a pasar nada, porque la cocción elimina el microbio, vos hervís lo que van a comer, ¿eso podés hacer? —Sí, sí― me contestó, —eso puedo hacer y lo voy a hacer―, y así encontramos una solución que no está en los libros, pero para el barrio sirvió.
Hicimos montones de reflexiones como esas. Pocos años después, cuando ya estaba inaugurada y trabajando la Policlínica de la Intendencia de La Teja, la que está allí al lado del municipio, coordinamos con la doctora Mercader, otra pediatra. Todo mi tiempo de trabajo estuvo ella allí, era una pediatra de película, con la doctora Nora Mercader, con Beatriz Sosa que era la enfermera y vacunadora y yo, las tres armamos un grupo, llevábamos una balanza, Beatriz llevaba los elementos para vacunar y una vez por mes aproximadamente nos íbamos las tres, previa coordinación, previo aviso, y previa solicitud de autorización para ir, porque invadir no, íbamos a ayudar. Íbamos a la Cantera del Zorro, varios años fuimos allí, un lugar donde la gente no tenía ninguna forma de salir y uno lo veía, te dabas cuenta que estaban tan encerrados, o sea que es un lugar bastante aislado. Una vecina nos permitía pasar y recibíamos ayuda, citaban a algunos niños, nunca nos faltaron niños para atender porque habían pila, y realmente no se negaban, no es que las madres no quisieran, no se negaban a nada, no se negaban a la atención ni a la vacuna, simplemente no encontraban la vuelta para ir, entonces los niños estaban sin controlar y como eso sucedía, volvíamos pasado un tiempo. No había ni caminos en ese entonces, ahora que yo he ido hasta la Cantera por otros motivos realmente he encontrado caminos, en aquella época era todo barro y para acceder a la Cantera, para entrar los buses era todo tierra.
Bueno, esa es otra cosa que realmente recuerdo con gusto porque creo que importa, que sirve para la gente, desde la medicina y en el sentido de lo que es un trabajo comunitario entendido no solo como ir a curar a la persona, a la persona que ya está enferma, que también hay que hacerlo y es muy importante claro está, pero también entendido desde esa mirada integral que trato de transmitirte y eso ha permanecido. En este momento no se ha podido hacer por la pandemia, de ocuparse, de hacer lo que es la prevención y la promoción de la salud, y la verdad que es muy importante, tanto como lo es la prevención, la información sobre los beneficios de las vacunas que han eliminado enfermedades que antes eran muy riesgosas, por ejemplo en aquella época: Además de las vacunas que tenemos desde antes y que fueron un boom que nos cambió la vida a todos, apareció la vacuna de la hepatitis, en aquella época había hepatitis, ¡por favor! cualquier cantidad, y si bien es una enfermedad que puede parecer inofensiva, la hepatitis puede dejar problemas, alterar o dejar secuelas en el hígado.
En lo que respecta a la atención de la salud, nosotros, y siempre hablando de la labor de la policlínica, tuvimos varias etapas, primero, en el 84, que estuvimos en la casa de los Diablos Verdes, del otro lado de la avenida, donde hoy está Herracor, ahí exactamente, ahí estábamos en 84. Estuvimos en el 84 y el 85, vino el 86 y de a poco la Policlínica se fue solidificando, aumentando la cantidad de gente atendida y la cantidad de gente de la comisión que rodeaba la Policlínica y era el sostén. Se acercaron algunos otros colegas a trabajar y en un determinado momento —acordate que nosotros vivimos la dictadura que empezó por el año 73— después del 85, poco después, vino al país una delegación de una ONG progresista de Francia que se llama Socorro Popular Francés (SPS) que se ocupaba y se sigue ocupando justamente de socorrer a las instituciones o a las personas que están con algún sufrimiento, necesitando ayuda. Fue entonces que llegó a Uruguay un matrimonio, una pareja de doctores, el doctor y la doctora Godie, nunca me olvido, hace tantos años, pero la verdad fueron muy queribles, muy muy buenos con nosotros y con el barrio, porque no era para nosotros, ellos vinieron al país dispuestos, porque era un país que recién salía de la dictadura, y empezaron a recorrer varios lugares decididos a colaborar, a elegir un lugar para colaborar, un lugar donde se ofreciera asistencia médica. Ellos dos eran médicos, nos visitaron, como visitaron tantos otros lugares.
Nosotros tuvimos la enorme suerte desde el inicio, lo pongo como entrecomillado, porque es muy importante, que fue desde el inicio, contamos con el aporte intelectual, humano y personal del doctor Tabaré González, que fue nuestro maestro, nuestro acompañante de siempre. Realmente fue una persona que nos sostuvo, que sostuvo el proyecto y el programa desde el primer momento. A Tabaré le avisaron, justamente, que estaba esta delegación y que iba a venir a visitar La Teja. Cuando vinieron, nos vieron, tuvimos varias visitas, me acuerdo que había una foto donde estamos con los doctores Godie junto a muchos vecinos. Visitaron Tres Ombúes, les mostramos esos barrios y las carencias enormes que tenían, ahora están un poco mejor, sabemos bien, con ollas populares por todos lados, pero en los años anteriores no había ollas, en aquel momento estaba todo horrible y ellos visitaron varios lugares, y nos eligieron a nosotros. Después de una semana o algo así, nos vinieron a decir que nos habían seleccionado para que armáramos un programa, un proyecto, para presentar algo escrito con lo que nos proponíamos hacer en caso de recibir un aporte de dinero, y ahí compartimos con un grupo y con la doctora Laura Benítez, que estaba desde el principio y con el asesoramiento de Tabaré González, que en su exilio había aprendido todo lo nuevo que había en el mundo sobre el sistema y sobre todo en América, todo lo que ya se estaba empezando a hacer sobre el sistema que ahora llamamos: Sistema Integrado de Salud.
¿Qué es eso? A ver, eso es el embrión, pero la idea fuerte era esa: «la salud no es no es estar sano, no es igual a no tener enfermedades», porque si una persona, por ejemplo, no está físicamente enferma, pero tiene problemas tremendos para alimentarse, está privada de su libertad, o tiene otro tipo de dificultades sociales, no tiene una vivienda medianamente digna, entonces, no se puede decir que esa persona goza de salud. La salud engloba todo, es mucho más que la enfermedad, todos esos ítems que te menciono integran, son parte de una salud integral, y entonces nosotros nos pusimos a hacer el proyecto este que se llama justamente: Un sistema de salud para todos.
Lo hicimos, con la guía de Tabaré González, lo entregamos, pero tiene el mérito, no es un documento más, es muy importante, tiene el mérito de que fue elaborado en 1987, lo enviamos, está y en Francia fue aceptado porque además ya se conocía. Por supuesto no estábamos inventando nada, estábamos haciendo lo que estaba a nuestro alcance y lo adaptábamos a nuestro barrio, lo que se estaba llevando adelante en otros países en los cuales el doctor había ayudado a formar sistemas de salud. Nuestra realidad cambió porque nos brindaron apoyo económico, cada seis meses venían. Mucha gente que escucha esto se puede acordar de las venidas de los franceses porque siempre las compartíamos con el barrio en el sentido de que íbamos al Liceo 38 con ellos y hacíamos alguna actividad recreativa en el Club Progreso, digamos que el barrio se enteraba que estaban los franceses porque venían a ver, a comprobar, como corresponde, que el dinero se estaba utilizando en lo que les mandábamos todos los meses de rendición. Pero ellos cada seis meses venían a ver in situ que estuvieran las cosas que les decíamos; con ese dinero se financiaron, por ejemplo, campamentos que los chiquilines nunca habían ido. Me ha encantado ver en la foto, hay una foto grande, como de cien chiquilines en un campamento, que los gurises la miran y se encuentran: —mirá, este soy yo cuando era chico―, dicen.
Todo esto fue una curiosidad en el barrio, hicimos una Navidad antes del campamento y cosas así. El aporte duró desde el 85 al 89, esas organizaciones tenían que aportar y nosotros lo necesitábamos, fue un estímulo, un empujón, enseñar a compartir cosas y luego ya estás en condiciones de arreglarte y seguir adelante, ellos se van y destinan dinero a otra gente, naturalmente, porque la colaboración provenía de trabajadores, básicamente de Francia.
Pensamos qué podíamos hacer nosotros, buscar un nuevo espacio desde donde atender. Siempre en Tellier, no sé por qué, pero siempre Tellier y una cuadrita para el norte, ahí instalamos la Policlínica, con una parte del dinero que nos dieron. Allí empezamos a implementar todos los proyectos que habíamos escrito y cuando se estaba por terminar el dinero que nos quedaba, éramos como 20 lo menos, en una reunión decidimos qué hacer con el dinero que quedaba, previa autorización de ellos, decidimos comprar un terreno, mejor dicho era un ranchito, un ranchito con un terreno donde está hoy la institución, o sea, ahí sigue en Tellier 4442. Fue así que compramos cuando nos dieron la autorización, utilizamos el dinero para eso y creo que fue una decisión excelente, es lo que nos permite hoy subsistir porque si no, no hubiéramos podido seguir, compramos el terreno y dos años fue lo que demoramos en hacer la casa. En esa casita que la arreglamos un poco, lo más elemental, una pintada, ahí funcionó durante dos años, estoy hablando del 92 al 94, funcionó la casita de los niños. Muchos chiquilines del barrio concurrían allí a hacer diversas actividades recreativas, educativas, de formación, de todo tipo de cosas, eso estaba dirigido, mejor dicho coordinado, porque nunca hablamos de «dirigir», fue coordinado por una de las vecinas del grupo que siempre nos acompañó, Miriam, que lamentablemente ya falleció y por una genia del barrio que era nuestra amiga desde siempre, que tú la conoces y que es Gilda, la conoces bien. Gilda era la profesora de todo, de todas las cosas, la que hacía todo, como eran amigas y se llevaban muy bien con la compañera, con la vecina, hacían teatro, hacían deberes vigilados, o acompañados mejor que vigilados, ¿verdad? Muchas actividades se hicieron en la casita de los niños, hubo mucha concurrencia de gurisada del barrio y en un momento en que todavía no había los recursos que ahora hay por suerte, me refiero a CAIF, a tantas instituciones que ahora existen y en aquel momento no.
La casita de los niños fue un éxito, la casita se usó cuando no teníamos la casa, porque tuvimos que esperar un tiempo para poder edificar y mientras tanto usamos la casita. Tuvimos suerte en ese sentido, salió un llamado para un programa de una organización, que la gestionaba el gobierno el Gobierno de la República que en ese momento era el gobierno de Lacalle padre, que hacía un llamado a concurso para hacer edificaciones para la salud que requería tener un terreno propio. Se pedía tener personería jurídica que teníamos, demostrar inserción barrial que también teníamos; entonces estuvimos unos meses y nos dedicamos a hacer ese concurso, a llenar todos los requisitos, que eran muchos, y tuvimos la enorme satisfacción de ser seleccionados. El programa se llamaba algo así como FAS, Fondos de Acción Social, o algo por el estilo; me acuerdo que la hermana de Lacalle era la que coordinaba directamente y, bueno, con esos fondos conseguimos edificar, nos hicimos cargo del arquitecto en cuanto al diseño de la obra.
La construcción tomó parte del final del gobierno de Lacalle y el inicio del de Sanguinetti, fue ahí en esa época porque la entregaron en el año 96. En el 96 estrenamos la casa que está en Tellier 4442 y ahí sí tuvimos todas las comodidades, lamentablemente tuvimos que deshacer el ranchito, claro está, porque no había más remedio, pero lo recordamos siempre con cariño. En la casa nueva fue muy lindo porque se hizo la policlínica, tenía todo lo necesario, nos hicieron una casa de dos plantas muy bonita que sigue en pie. Esto fue en el año 1996 cuando nos dieron la posesión de la casa, con su equipamiento, así que fue realmente algo muy importante que lo conseguimos, de alguna manera, y, sin duda, en base a la ayuda anterior, porque si no hubiéramos tenido terreno no nos hubiéramos podido presentar. Una cosa se encadenó con la otra y así aumentamos todos los servicios. Llegamos a formar un grupo de más de 30 profesionales. Teníamos todos los especialistas, muchísima gente de La Teja se atendió durante años en ese en ese lugar y siempre seguimos con la asesoría del doctor Tabaré que siempre estuvo con nosotros.
Pasados los años, la Policlínica tenía que dar un giro porque también pasaba la vida y cambiaron las políticas públicas; a partir del 2005 el gobierno lo asume el Frente Amplio, pero ya antes esa fuerza política estaba en la Intendencia. Eso nos trajo recursos para todas las policlínicas comunitarias que estábamos en la zona; después del 2005 se empezó a aplicar el Sistema Nacional Integrado de Salud donde justamente el director de ASSE, que lo diseñó con un equipo, pero que era la cabeza de eso, era el doctor Tabaré González quien fue seleccionado para esa tarea.
Seguimos trabajando con mucho entusiasmo y conseguimos muchas cosas como, por ejemplo, nuestros pacientes podían tener acceso a análisis, luego a medicamentos en el centro de salud del Cerro, y así fuimos uniéndonos todas las policlínicas. Trabajábamos juntas, coordinábamos, al menos una vez por mes, formamos una Comisión de Salud muy activa y fue ahí con y en ese marco de esa Comisión que logramos muchas cosas, cumplir con necesidades importantes para los vecinos y para que los médicos pudieran atender mejor.
Con el paso del tiempo vimos que teníamos que hacer un cambio, no teníamos dinero para continuar. Lo que hacíamos fue en base a socios cooperantes que pagaban una pequeña cuota y que así adquirían el derecho a atenderse o pagaban la consulta, siempre con la idea de que nadie se fuese sin ser atendido por no poder pagar, eso jamás, y todo el mundo sabía que eso era lo que permitía pagar la luz, pagar el teléfono, y las cosas básicas de limpieza del local, de vez en cuando se podía dar un pequeño viático a los médicos que venían, por lo menos, devolverles el dinero que gastaban para venir, era lo mínimo y era para lo que daba también.
Llegado el 2008, cuando estaba instalado el Sistema Nacional Integrado de Salud nosotros empezamos a ver claramente que teníamos que hacer un reciclaje, que teníamos que cambiar, porque por suerte ya la Policlínica no era necesaria. Las personas con este nuevo sistema, que sigue en pie, que es el Fonasa y con el que los trabajadores tienen derecho mediante una cuota, pueden atender a toda su familia, o sea, a su cónyuge y a sus hijos, en el prestador que deseen. Por eso, la mayoría de las personas que se atendían con nosotros nos vinieron a decir que se iban a ir a una mutualista, lo cual es un logro imponente para nosotros que siempre trabajamos para eso, con ese criterio, y que sabíamos que esa era una alternativa mientras tanto.
Sobrevivimos un tiempo y después ya no se necesitó, por eso Perica también había cerrado su policlínica comunitaria porque, claro, tenías que sostener organizaciones que ya no eran necesarias porque las personas tenían donde atenderse. Pasamos a otra etapa que es la que tenemos actualmente, los compañeros se fueron del grupo porque ya no había necesidad de seguir atendiendo y nos quedamos con los profesionales del área de salud mental o del área social, con los psicólogos, la trabajadora social y empezaron a ir al Portal Amarillo que se había instalado poco tiempo atrás a hacer una pasantía. La gente del Portal nos enseñó sobre lo que iban a hacer, la recepción de los consultantes, y así empezamos a brindar atención a los usuarios con consumos problemáticos de drogas, un desafío muy grande en el cual aún hoy estamos. Esto me interesa que se difunda porque no sé si toda la gente lo sabe aunque viene mucho público. Nosotros empezamos en ese momento, abrimos un espacio atendido por psicólogos y trabajador social y siempre con los vecinos que eran los que primero nos recibían.
Iniciamos un trabajo que se llamó Centro de Protección, siempre de protección y para personas que consumen drogas. En el 2008 hicimos el primer convenio con la Junta Nacional de Drogas. El psicólogo Milton Romani estaba en ese momento a cargo de la Junta y estuvo con nosotros, hay fotos del momento en que se inaugura el dispositivo, que la Policlínica cambia su trabajo. Este fue un cambio muy grande, muy complejo, muy difícil de ejecutar, pero en el cual estamos desde esa época con diferentes formas de trabajo. Nosotros hemos venido ganando concursos, presentándonos a llamados siempre, me refiero a los de la Junta Nacional de Drogas, y hemos reiterado convenios, aunque un tiempo estuvimos sin convenio, pero con la forma que tenemos de trabajar en La Teja, igual los compañeros siguieron y no se cerró el servicio.
Desde hace un tiempo estamos en algo que me interesa mucho que sepas, porque seguramente podés tener amigos que tengan esa situación o sus hermanos, familia, tenemos lo que se llama el Proyecto Aleros, no sé si oíste alguna vez, bueno, me interesa más que nada que se oiga esto: Aleros significa «primer techito», un alero es un techito, un techito que te ampara, es una primera salida. Cuando empezamos a trabajar, y desde el primer momento, lo hicimos en convenio, o sea, quien financiaba el proyecto era la Junta Nacional de Drogas.
Nosotros actuamos como institución de la sociedad civil, recibimos el dinero y pagamos los sueldos y todo lo que corresponde, aunque han habido cambios, naturalmente, desde el 2008 hasta el momento, ahí está el marco de lo que se llama política de drogas del país. El proyecto empezó a recibir personas, costaba que vinieran, al principio costó bastante, venían muy pocos, después nos dimos cuenta que había que salir a buscar y, sobre todo, nos dimos cuenta que había que formar redes, como lo hicimos antes, en el marco de la Comisión de Salud, había que ser parte de diferentes redes de los Socats, entrelazar organizaciones y así también se entrelazan, saberes y necesidades. Fuimos teniendo «pases», o sea que nos mandaban personas que necesitaban la atención que pueden brindar los compañeros
Empezamos teniendo aleros en el oeste y luego, en la etapa actual, disponemos de un grupo de aleros del este que está trabajando en La Teja, en la Plaza 6, en el Centro Cívico de Tres Ombúes, tenemos otra con otro grupo, dos compañeras que están en el Cerro, que son los Aleros Cerro, y después tenemos otro grupo de cuatro compañeros que están en el Centro, porque nos presentamos a los dos llamados, al del oeste, y al del centro. Hoy hay un grupo de personas que están muy capacitadas, porque durante todos estos años se ha hecho mucha capacitación, ha venido la Junta de Drogas, ha traído personas del extranjero, profesionales con experiencia y nos han enseñado cómo empezar, cómo seguir, y muy periódicamente tenemos este intercambio con ellos.
La formación es una cosa que se hará siempre y ahora tenemos el grupo que está en La Teja, con los inconvenientes de la pandemia, pero se sigue, aunque antes se hacían muchas más cosas que ahora no se pueden hacer, por ejemplo, jugar al fútbol y todo eso, pero bueno, brindan, atención, todo lo que se puede, aunque sea ambulatoria. La intención es internar lo menos posible porque en general se logra ayudar manteniendo el vínculo familiar o el vínculo de amistad o la pareja, o quien sea, pero la persona que le aguanta la cabeza la vemos como muy importante.
Los aleros están ahí, en la plaza o en la Policlínica institucional o en la Policlínica que está en el Cerro como te digo, en el centro son cuatro personas: Eso sí, me interesa que se sepa porque ahora están viniendo menos, por supuesto que es por la pandemia, incluso tenemos profesionales que están cursando la enfermedad. Cuando estén las cosas bien, que parece que ya está bajando, siempre y cuando no venga la otra cepa Delta, se va a empezar a trabajar más de nuevo en la calle. Los aleros hacen un trabajo de territorio, salen a buscar a los muchachos, buscan maneras de que se junten y de que se ayuden unos a otros, porque son diversos los gustos de las personas, unos se enganchan por el lado de la música, otros se enganchan en la plaza. Han hecho murales muy lindos con los profesionales nuestros, hicieron uno hace poco para el Totito, el muchachito aquel que lo mataron cuando salía de un cumpleaños —¿te acordás?― él era usuario de la plaza y vino la mamá inclusive cuando se terminó de hacer el mural en la pared. Por el costado hay varios murales hechos por ellos con la ayuda de los docentes, hay gente que se interesa en eso y lo hace muy bien, o lo van haciendo como ellos quieren, pero esa es la forma de expresión. Lo importante es que se sientan atendidos, queridos, considerados como personas, importa el afecto, el respeto que son fundamentales para que se puedan salir de la situación en que están y en eso estamos ahora.
Hay Aleros en La Teja norte, en 3 Ombúes y se necesitaba el lugar, porque los aleros usan una parte para las reuniones, las reuniones de equipo en la programación del trabajo, el trabajo de computación. La Policlínica tiene dos pisos entonces, a solicitud de Gabriel Otero que fue nuestro anterior alcalde, nosotros le prestamos el espacio a INVE 18, que es la Policlínica de Salud Mental que estaba cerca del semáforo de Camambú y con una situación edilicia muy jorobada, se llovía, tenían cantidad de inconvenientes. Como acá teníamos un lugar subutilizado nos pareció lógico prestar espacio y que la gente de INVE viniera para acá, así fue que nosotros nos quedamos con una parte pequeña, dos habitaciones que es lo que necesitamos para funcionar. Hoy la Policlínica está en el mismo lugar de siempre, tiene un cartel que dice afuera La Teja Barrial, porque no tiene sentido, y sería una cuestión de egoísmo, tener algo que no se usa, cerrado y sin utilizar, hoy está la Policlínica, y también están Los Aleros.
¿Y a lo largo de tu trayecto en todo esto, has tenido críticas o cuestionamientos?
Sí claro, pocos, no a todo el mundo le gusta el trabajo comunitario, no a todo el mundo le gusta la forma que uno lo hace, nosotros hicimos muchísimas más cosas, trabajamos con la contaminación por plomo que fue un momento tremendo del barrio. Otra instancia fue cuando ustedes me acompañaron, que no me olvido del grupito de Silvia a la Torre Ejecutiva, cuando editaron un libro de la Junta Nacional de Drogas que se llamó «Desconocidas gigantes», les dieron un ejemplar a cada uno cuando estaban ahí, fueron un montón de chiquilines, fue muy lindo para mí el acompañamiento que tuve.
Muchas gracias a ustedes, yo soy pediatra, o sea que los jóvenes y los niños son mi primera pasión y lo siguen siendo a pesar de los años que hace que estoy jubilada. Y los noteros de Silvia son, para mí, fundamentales.
Muchas gracias por todo, la verdad, un gusto poder conocer y conocer tu historia. Muchas gracias por todo lo que hiciste, muchas gracias a ti, a la forma como ves al barrio, la verdad es muy lindo.
Muchas gracias.