La poética de Xavier Duarte Artigas: flujos de la experiencia y reflejos visionarios
Por Luis Bravo
Tercer viaje: lembranças del fluir (Yaugurú, 2023) es el extracto de una poética que Xavier Duarte Artigas (Baixada da Serra, 1934) ha cultivado desde sus primeros libros. La voz de este poeta que frisa los 90 años recién se dio a conocer con dos libros publicados en 2003: Ser joven lleva demasiado tiempo y Cuando huye el día. Acaso por la suerte que corren los «reservistas», según denominó Enrique Fierro a quienes publican tardíamente con relación a su generación, o también porque esta es época de protagonismo juvenil, su obra aún no ha sido registrada con justicia por la crítica que, además, escasea.
Con un estilo de condensación, el poeta logra decir mucho en breves y sonoros versos. Algunas temáticas y formulaciones que le caracterizan: la poesía como viaje del lenguaje; la memoria como reinvención imaginativa de la temporalidad; la sonoridad verbal, incluido el portugués de su frontera nativa. Todo esto, y más, actuando en un (tras)mundo visionario en el que la inocencia (niñas, niños, ángeles) resiste ante el desamparo de una invisibilizada injusticia social: «Su desayuno toman / pequeños del orfanato, / no visibles. / Santos inocentes / las 4 puertas custodian, / de par en par abiertas» (Duarte, 2023, p. 38).
El fluir de sus versos, que atraviesa otros textos y tiempos, invita a lecturas de vuelo reflexivo en un libro sabio con canto de sabiá. Sabio en el uso de la elipsis, que sortea lo explicativo, y porque sorprende con ágiles, inesperados, saltos asociativos. Y canoro como el ave símbolo del Brasil, presente en varios poemas: «Como en nido tapera / es impredecible sabiá el trascurrir. Simple. Desapacible viaje hacia suburbio de nuevo mundo. ¿Partida o regreso?» (Duarte, 2023, p. 28).
En lo perceptivo, varios fenómenos de la naturaleza se vinculan a los lenguajes artísticos. Así, con guiñada lúdica, alude a la pintura: «El tiempo, tras leve sonrisa de Mona Lisa / fuera de todas las cosas al bote de mi corazón asciende / En lago navega, / presiente barra / precipicio. / El fin.» (Duarte, 2023, p. 16). También la música, que se ejecuta dentro y fuera de los poemas, puede evocar la ópera La vida breve, de Manuel de Falla:
En esta insegura vecindad es partitura con estribillo de La Vida Breve / Un jadeo de gorrión al caer / cajita de música abre / para que otro músico recién llegado con flauta traversa / y sin apuros deletree / lo fugaz de la huida en la vida breve (Duarte, 2023, p. 68).
En la estrofa XXVII de «Agua jabonosa y corno francés» se produce una pausa en la que, durante unos segundos infinitos, se percibe el infierno que sería la eternidad sin música: «El director a la orquesta silencia / 23 segundos / infierno de sonido / para la eternidad» (Duarte, 2023, p. 37).
La organización del libro contiene tres poemas largos: «¡Ah, el tiempo!» (24 estrofas), «Agua jabonosa y corno francés» (23 estrofas) y «Fluir» (texto medular y complejo, compuesto de cinco movimientos). El epígrafe proviene del I Ching: el libro de las mutaciones (1200 a. C): «El tiempo: indiferenciado, subdividido es por el hombre, en estaciones del año; el espacio, que todo lo abarca, en puntos cardinales, señala lo ya señalado» (como se citó en Duarte, 2023, p. 43).
Esas palabras dan la clave de una poética que fusiona memoria y presente, mito y realidad, imaginación y materialidad. Es una poesía que fluye en un espacio-tiempo inserto en la vivencia volátil de lo «indiferenciado», según el I Ching. A la vez, articula la vivencia personal con mitologías antiguas, bíblicas y grecolatinas en su mayoría. Así dice el texto V de «Fluir: segunda parte»:
Aprendiz he sido en la adolorida visión de este mundo / bendecido por las Lembranças de Sor Juana Inés / que mi extenuado corazón rejuvenecen / almendran / curan el alma mía. // En paisaje desconocido me regocijo / debiera ser Pompeya antes de ser Pompeya / comarca con elfos y ángeles / como ave naranjera volando (Duarte, 2023, p. 59).
Así operan las yuxtaposiciones imprevisibles y diversas: la evocación de versos de Juana de Asbaje, la monja filósofa, sirven de punto de partida; una Pompeya previa a la catástrofe del volcán y la convergencia de elfos escandinavos y ángeles de la teología cristiana conforman todo un friso de visiones «curativas» que desemboca en el canto del sabiá, ave laranjeira y símbolo del mestizaje brasileño.
En «¡Ah, el tiempo!», el viajar es análogo a la inmersión del sujeto en un magma —hueco, hondura o espacio uterino— que refiere a la escritura como transporte: «Viajo. Es aquí todo espeso. Licor oscuro» (Duarte, 2023, p. 20). Espesura que es, a la vez, locus y materia de su decir.
Plantas, flores, insectos y animales de diversa especie, así como topografías del norte —donde el poeta fue niño— orbitan junto a una voz que se sumerge en sí misma: «Entre maestro y aprendices / transito por estrecho camino de hormigas mieleras / hacia panal subterráneo escondido / ¡mirím que te quiero mirím!» (Duarte, 2023, p. 21). Esos paneles bajo tierra, al ras, distribuyéndose en cámaras construidas por formigas, son análogos a la forma en que sus poemas largos, divididos en breves estrofas, van componiéndose en un decir ramificado que hace del tiempo una piedra sonora, y del espacio un sonido prolongado. Es decir, un espacio-tiempo en el que el fluir vence límites y compartimientos, dibujando trazo a trazo su propia mística.
¡Ah el tiempo! / En una esquina sueño / habitada por fantasmas / fantasmitas / escabulléndose. / Ahora, / juegan con purpúreo conejo que en estado de felicidad pace / sobre inculta chacra de hinojo // alcaucil y grama nativa. // Conejo en verde colina de una esfera que es cielo carmesí. / Cerca, / Eunice unas veces en Tauride, otras en Aulide / cautiva es (p. 20).
El púrpura, el añil y el lila abundan, y, mediante esa gama del violeta, prevalece un estado de gracia que, ya pasional o reflexivo, es viaje de sensorialidad. El conejo, con ese incesante movimiento, atraviesa con felicidad silvestre desde lo terrenal (hinojo, alcaucil, grama) a lo celestial (cielo carmesí). A la vez, Eunice, la nereida o ninfa, está tanto en el lugar de la salvación (Táuride) donde la ha llevado Artemisa como en la Áulide del sacrificio, prólogo de la guerra de Troya. Justamente esa guerra, que míticamente es «todas las guerras», es el tema de «Fluir: tercera parte». Aparece allí Casandra —«entre ruinas un aceitoso rastro presagio de muertes es» (Duarte, 2023, p. 65)—, a quien le siguen en la estrofa VIII dos niñas huérfanas. Una se dirige a Ítaca, y otra al templo de Eleusis, donde también Pandora es mencionada. Esta y la siguiente son las zonas más inextricables de «Fluir». Allí el poeta parece imbuido de los antiquísimos misterios eleusinos de iniciación, que habrían tenido su matriz en los destinos cruzados de Deméter y de su hija Perséfone, quien, alternando los mundos de la vida y de la muerte, encarna los fúnebres pasajes invernales, así como las resurrecciones primaverales.
«Fluir: cuarta parte» tiene a varias niñas como protagonistas. El tópico de niños huérfanos y visionarios recorre todo el libro y merecería un estudio específico. Junto al arroyo Cuñapirú suenan las «musicantes» del Lócrida, y se oyen cantos de niñas y niños a orillas del Salsipuedes, mientras se hace referencia a la doncella que se convertirá en Santa Columba de Sens, mártir medieval de la cristiandad.
«Fluir: quinta parte» es el más breve, con solo tres estrofas celebra el fluir mismo como única certeza de conocimiento; allí todo parece señalar el panta rei, el «todo fluye» de la filosofía de Heráclito, el Oscuro, como vía filosófica para soportar las desgracias de la caducidad en el tiempo.
Sobre la noción de patria como lar de la existencia humana —no como culto de una nación— dice en la coda del largo poema:
La patria es el solar donde moras, tus seres queridos / (los que están y almas ya idas) / La patria es lo que has podido leer. / Siempre serán los escombros de tu renacer. / Si lograsteis llegar a 1 o a muchos de vuestros hermanos, / golpead la puerta de la felicidad. / Habréis de entrar a ese recinto con el pueblo / la patria de todos (Duarte, 2023, p. 81).
A los tres poemas largos en los que el libro parece dar todo de sí, se le agregan siete poemas más. Entre estos el titulado «Viaje», que avanza en ocho estrofas mediante el anafórico «viajero soy»: «Viajero soy entre anémonas amarillas bellas» // «Viajero soy en el fondo del río» // «Viajero soy/ A tren trepé cuyo enrojecido raíl apunta al sur» // «En lo profundo del jardín viajero soy» (p. 111-112).
La última estrofa del viaje refiere a un hallazgo de felicidad creativa: «A todo movimiento exangüe me niego / En jardín de anémonas amarillas/ que para a mi deleite inauguran fosforescencias / y el purpúreo universo / donde todo es posible» (p. 112).
El poema que cierra el libro es una elegía por la muerte de su hija Mónica, ocurrida en noviembre de 2019. En la octava y última estrofa vuelve a aparecer una figura tutelar de este libro, el ángel regente del Sol, Uriel. Muy referida en la poesía anglosajona (John Milton, Ralph Waldo Emerson, George Eliot), esta figura es ángel de la salvación que atraviesa las tradiciones del judaísmo, el cristianismo y los textos apócrifos, siempre con la cualidad fueguina que lo ampara y distingue:
Ya en la esquina del ex-Urquiza todo es semáforo en rojo: / Lo que vendrá. / Embravecido el arroyo se transforma / Calle de agua es en torno de mi corazón / Una sandalia busco de mi pequeña Mónica / A la puerta de Uriel llamo en el cielo. / Solitario, insomne / llora el contrafagot su canción de cuna junto al desierto sillón / de las niñas extintas. / Llora (Duarte, 2023, p. 121).
La territorialización final reúne varios elementos que se han dado cita a lo largo del libro: los cursos de agua por donde navega la visión; las pequeñas niñas perdidas, huérfanas, misteriosas e inocentes; el ángel de la luz, la gracia de la música y la soledad insomne del poeta que tanto ha sufrido en el apenado corazón. Un corazón sostenido por el fluir de la palabra poética, esa nave resistente que don Xavier Duarte Artigas entrega en este libro para goce y revelación de sus lectores.
Referencias bibliográficas
Duarte Artigas, X. (2023). Tercer viaje: lembranças del fluir. Montevideo: Yaugurú.
Luis Bravo. Poeta, ensayista, investigador, profesor universitario, doctor en Letras por la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos). Publicó ocho libros de ensayos y de investigación. Desde 1985 al presente, publicó artículos en revistas y compilaciones de América Latina, Europa y Estados Unidos.