e r m : revista de periodismo cultural

Egon Friedler

Egon Friedler. Archivo familiar, s/d.

Foto: Egon Friedler. Archivo familiar, s/d.

 

Por Rasia Friedler

Aún veo a mi padre sentado frente a la pantalla en su escritorio con las manos sobre el teclado, escribiendo con frenesí. No se trataba solo de la pasión con que llevaba a cabo su labor cultural, sino también de su forma de servir al bien común, que implicaba, en gran parte, cierto aislamiento. Era un ser atípico en muchos sentidos. Humanista, comprometido, determinado, tenía un mundo propio. Sin embargo, a la hora de escribir y expresarse no se andaba por las ramas. Era conciso, incisivo. A él le debo infinidad de lecturas, desde Las cartas de Groucho hasta La metamorfosis, de Kafka. Y de algún modo, entre todas ellas, fui encontrando mi lugar en el mundo. En estos tiempos de «verdades» hechas a golpes, de likes y clics, la creatividad, el sentido del humor y la palabra viva son, más que nunca, herramientas indispensables.

Egon Friedler nació en Viena el 13 de agosto de 1932. A los 7 años llegó a Uruguay como refugiado, junto con su familia. Entre los 9 y 10 años empezó a estudiar violín. Tuvo varios maestros, uno de ellos fue Kurt Oppenheimer, solista del Sodre e integrante de la Filarmónica de Berlín. En su juventud vivió 5 años en Israel, donde integró la Orquesta de las Colonias Colectivas. Allí adquirió conocimientos del idioma hebreo, que le sirvieron más tarde para actuar como traductor e intérprete.

Cuando le preguntaban: «¿Todo bien?», solía responder: «Menos lo que está mal». Le incomodaba esa muletilla del «todo bien» tendiente a la negación de los problemas y a la superficialidad en el diálogo. «Vivir muchos años es perjudicial para la salud», concluyó un día, con su humor característico. Su mejor defensa frente a la muerte y la adversidad era, precisamente, el humor, que también estuvo presente en varias de sus publicaciones. Allí asomaba su rechazo visceral a la hipocresía, a la falsedad, a la injusticia, a las ortodoxias y a los totalitarismos. Fue una voz muy lúcida, singular.

Se sentía fuertemente interpelado por los hechos socioculturales, históricos y políticos que sucedían a diario, sobre todo, en Uruguay y en Medio Oriente. Esto le exigía una actualización continua y un posicionamiento que vertía en su trabajo periodístico y cultural. Estaba muy comprometido con la entrega continua a sus lectores de información veraz y de análisis críticos.

Su vocación por la crítica cultural nació en la adolescencia. Dedicado al periodismo, en 1957, inició sus actividades en el diario El Telégrafo de Paysandú, continuó en Montevideo en diferentes medios como el diario El País, la revista Sinfónica y el mensuario Relaciones. Colaboró además con varias publicaciones extranjeras.

Entre 1999 y 2001, se desempeñó como crítico teatral de la revista Tres. Desde ese año, cumplió la misma función en el Semanario Hebreo. Fue crítico de música clásica, danza y teatro. Realizó la dirección artística del disco Testimonio de una cultura asesinada, dedicado a poetas y escritores judíos asesinados en 1952 en la Unión Soviética, con la actuación a cargo de Estela Medina, Maruja Santullo y Jaime Yavitz, y la música a cargo del Trío Prentki.

Egon fue muy joven de espíritu hasta el final de sus días. De él aprendí que nunca somos demasiado viejos para sentirnos jóvenes. Desde que mi hermana y yo éramos niñas mi padre nos preguntaba —cada vez que pedíamos que alguien nos alcanzara el salero— quién era Lasalle. Casi nunca nos acordábamos de su respuesta, y muchas veces me pregunté por qué teníamos tanta dificultad para recordarlo. Con el tiempo me di cuenta de que lo importante no era la figura de Lasalle, sino el placer de jugar con las palabras, con su polisemia, el humor. Dar lugar a la imaginación y a la creación.

Esas son las pequeñas grandes cosas de mi padre que guardo en mi corazón. Destellos o llamaradas breves. Pequeños subrayados en algunos de sus libros. Emociones y sentimientos. Sabores, melodías. Apreciar el sendero que transitamos juntos sin perder de vista mi propio camino. Recorrer las imágenes captadas y hacer foco en un detalle, en alguno de sus gestos familiares. Sentirme acompañada al ahondar en las afinidades que nos unían. Recordarlo cada vez que vuelvo a transitar por las preguntas fundantes: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo, ¿adónde voy?

También dirigió el espectáculo de poesía y música en ladino, hebreo, yiddish y español titulado Rosas y espinas, con la actuación de Mercedes Buschiazzo y José Eduardo Brenlla. Ambas actividades tuvieron lugar en 1976.

De forma paralela a su labor en el periodismo cultural también se especializó en algunos temas de política internacional, particularmente ligados al Medio Oriente.

Entre los años 2006 y 2014 tuvo a su cargo una columna sobre esta temática en el diario La República. A lo largo de su carrera de más de medio siglo, hizo periodismo en tres idiomas —español, inglés y hebreo— y colaboró con publicaciones diversas de Uruguay, Argentina, Brasil, México, Venezuela, Chile, Costa Rica, Estados Unidos, Israel, Francia y Gran Bretaña. Reunió algunos de sus artículos en tres libros: Historias más o menos circuncisas (1976), Schumannicidio, una antología crítica (1994), Judaísmo con la cabeza descubierta (1995). Colaboró también con el capítulo «Danza contemporánea» para el libro La danza en el Uruguay, editado por el Consejo Uruguayo de la Danza en 2001.

A los 89 años publicó su último libro, titulado La ópera en las pantallas del siglo xxi, prologado por la directora de orquesta Ligia Amadio.

A él le debo el ejemplo sostenido de su tecleo apasionado, su perseverancia, su actitud positiva, su carpe diem de cada amanecer. Mi padre fue muy joven de espíritu hasta el final de sus días. De él aprendí que nunca somos demasiado viejos para sentirnos jóvenes. Su existencia entera fue un ejemplo de coraje y amor a la vida.

***

Nos reuníamos cada tanto. Solía ser a media tarde en alguna de esas pizzerías de acrílico que hay en Pocitos, no lejos de su casa. Yo tomaba café y él me contaba historias de aquí, de allá, de los judíos de aquí, de los judíos de allá, de la ópera, del viejo kibutz. Egon era un gran conversador y un lector apasionado, y en cada diálogo demostraba tener una memoria portentosa de la cual nunca hacía alarde, sino que la utilizaba casi con sigilo, como para no ofender. También era un hombre generoso. Un día en la pizzería Costa Azul me mostró una foto, me pasó un nombre, me pidió que nunca revelara la fuente. Después fuimos a su apartamento. Etel estaba sentada muy tranquila y sonreía, mientras él se trepaba con sorprendente agilidad al brazo de un sillón para alcanzar en lo alto de una biblioteca el libro que completaba la información que me había dado en la pizzería. Cuando hizo esa pirueta tenía 85 años. Siempre lo recuerdo: el movimiento rápido, la presteza del cuerpo que tan bien encajaba con sus maneras de pensar y decir, la sonrisa de Etel, aquel libro que tanto me ayudó. Le di las gracias entonces y ahora se las doy de nuevo. En ese gesto, él permanece.

Fernando Butazzoni, escritor

Egon apareció un verano, durante mi preadolescencia, en el entorno familiar de Roni, mi mejor amigo, y de inmediato, de forma a veces apasionada y otras distraída, pero siempre natural, amplió los horizontes intelectuales y éticos de todos nosotros, según el nivel de cada uno. Luego lo seguí como fan en sus columnas de Marcha, hasta que me ausenté durante veinte años del país. A mi vuelta tuve la suerte de reencontrarlo e iniciar un intenso diálogo sobre múltiples temas, en algunos de los cuales él mismo me había iniciado. Compartíamos una perspectiva intelectual despojada de andamiaje y parcelamiento académico que por esa misma razón nos exigía un mayor rigor crítico, algo que intentamos plasmar en nuestras respectivas publicaciones. Egon era un auténtico connaisseur, de acuerdo a la definición de Carlo Ginzburg, es decir, un experto vocacional, en su caso, de amplio horizonte humanista y especialmente enfocado en la música y el judaísmo secular, siempre cuidadoso de no confundir la imparcialidad con la equidistancia… Para mí y muchos otros se erigió en un faro cultural y moral inextinguible de esos que, una vez conocidos, se instalan definitivamente en nuestro ser…

Roberto Blatt, escritor

Con Egon cultivamos una hermosa amistad que creció a medida que pasaba el tiempo y se multiplicaban nuestros encuentros de café —siempre acompañados por la insólita combinación de una pizza y dos capuchinos—. Recorríamos las múltiples avenidas que nos apasionaban, desde la cultura hasta la historia, en particular la de Israel y el pueblo judío, pasando por las claves del desarrollo de las naciones. Sus opiniones eran firmes, a menudo transgresoras, pero con ese componente de sabiduría y tolerancia que otorga una vida bien vivida.

Ruperto Long, escritor

La de Egon será siempre una voz reflexiva, suscitadora y viviente allí donde el judaísmo aspire a sostener su fortaleza y su espíritu crítico.

Santiago Kovadloff, escritor

Egon fue un gran referente de la cultura. Hombre de una asombrosa capacidad intelectual y de vasto conocimiento. Comenzó a escribir en Sinfónica desde los inicios de la publicación, en 1995. En estas páginas realizó crítica musical de los entrañables casetes y luego de los cd, críticas de conciertos, danza, música de cámara, artículos y notas sobre temas variados, y más tarde las críticas de las transmisiones de ópera emitidas en alta definición (hd).

Con Egon manteníamos largas y jugosas conversaciones sobre música. Se extraña su presencia en nuestros teatros donde, en los intervalos y a modo de un imán, estaba permanentemente rodeado de gente conversando sobre el espectáculo de esa noche, preguntándole su opinión o hablando sobre temas de cultura general.

Diego Barreiro, director de la revista Sinfónica

 

 

Rasia Friedler

 

Rasia Friedler es artista multisiciplinaria y psicóloga. Es fundadora y directora de SaludArte, organización para la promoción de salud a través del arte y el humor. También fundó y coordinó la cátedra libre de Arte y Psicología de la facultad de Psicología de la Universidad de la República (UDELAR) junto a la licenciada Raquel Nogara.

 

 

 

 

 

 

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